El escultor imagina la obra en su cabeza. Prefigura un resultado, y lo busca. Elige el material, y el camino que va a recorrer con él. Selecciona la herramienta, eligiendo aquella que más respetará el ser del granito, o del hierro, o de la madera. Aplica la fuerza y la maña, cada una cuando toca, porque sabe que las dos son necesarias para doblegar resistencias. No se enfada porque que el granito sea duro, porque el hierro se oxide o porque la madera saque astillas. Las cosas son como son. El escultor tiene imaginación, recursos y estrategia. Y paciencia. Mucha paciencia. A los padres y a los maestros se nos entrega el material. Esto es lo que hay, solemos decir. Haga usted lo que sepa, le dicen a algunos profes novatos cuando entran al aula. Y pocos se empeñar en imaginar. En buscar resultados excelentes. En elegir la herramienta para cada material, en cargar más ternura los días que toca maña y más genio los días que toca fuerza. Hay educadores con perfil de escultor, y esos ...
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)