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¿Qué es educar?

Mira que he leído veces el mito de la caverna: pues hasta que Catherine L´Ecuyer no me lo puso delante, no reparé en este fragmento como merecía la cuestión. En el alma de cada uno hay el poder de aprender y el órgano para ello, y que, así como el ojo no puede volverse hacia la luz y dejar las tinieblas si no gira todo el cuerpo, del mismo modo hay que volverse desde lo que tiene génesis con toda el alma, hasta que llegue a ser capaz de soportar la contemplación de lo que es, y lo más luminoso de lo que es, que es lo que llamamos el Bien (...) Por consiguiente, la educación sería el arte de volver este órgano del alma del modo más fácil y eficaz en que puede ser vuelto, más no como si le infundiese la vista, puesto que ya la posee, sino, en caso de que lo haya girado incorrectamente, y no mire adonde debe, posibilitando la corrección. 


Catherine L´Ecuyer, en su libro "Educar en la realidad", recuerda que los grandes filósofos coinciden  en que la educación consiste en "buscar la perfección de la que es capaz nuestra naturaleza". Buscar lo que es bueno y verdadero para nuestra naturaleza.


La misma Catherine, en el capítulo que en este libro dedica a la sensibilidad, eso que hace posible que queramos aprender, explica que educar no es desensibilizar a los niños para que estén preparados para vivir en un mundo cruel sin sufrir. Educar es hacerlos más compasivos, para que puedan convertir el mundo en uno más humano.


Thomas Moore decía que la educación de las personas no consiste en saber mucho o en tener acceso a mucha información, sino en haber sido expuestos a acontecimientos que nos comprometan humanamente, y, por lo tanto, que nos transforman.


El juez Fernando Grande - Marlaska sostiene en El País en octubre de 2016, que la educación es la clave de todo. Que una educación seria, abierta, en valores que refuercen la ética pública, es la que nos permite tener luego nuestra ética privada. Que lo que pasa en España es que cada uno traslada su ética privada a la esfera pública, y que ese es el problema. Ahí tiene que intervenir la educación: inculcando valores antes de que los prejuicios se instalen.


El verdadero objetivo de la educación es convertir a los estudiantes en personas buenas, competentes y flexibles capaces de mejorar el mundo en el que vivimos. El aprendizaje es únicamente un medio para conseguir este fin (Marc Prensky)


La educación es lo que salva a las personas y sana a las sociedades (Helena López - Casares)


E-ducamos.org cree que...





Ignasi Casals, director durante muchos años de la Escola Ginebró, compara la educación con el bambú japonés: "Hay un tipo de bambú que debes plantar, tapar y regar. Durante tres años no lo ves, pero debes continuar regándolo y, al cabo de tres años, sale. Pasa lo mismo con la educación: debes ir regando a los niños día a día"
¿Y esto es posible hoy?, le preguntan: Yo creo en la utopía. Creo que, con una buena educación, sería posible vivir sin semáforos.


Parecemos olvidar a veces que la educación, como ya dijera Neil Postman, ha de ayudarnos no solo a ganarnos la vida, sino también a construirnos la vida, individual y colectivamente (Guadalupe Jover, profesora de Secundaria y miembro de la plataforma Ciudadan@s por la Educación Pública, en una magnífico artículo publicado por El País el 27 de julio de 2012)
http://elpais.com/elpais/2012/07/24/opinion/1343140089_950224.html


Para la escuela calasancia, educar es suscitar en los niños el amor a la verdad, porque ella es la que educa.


En La elegancia del erizo encontré una de las definiciones más maravillosas de lo que es educar. Así empieza el capítulo 13 de la novela:

La civilización es la violencia domeñada, la victoria siempre inconclusa sobre la agresividad del primate. Pues primates fuimos y primates somos, por mucha camelia sobre musgo que aprendamos a gozar. He ahí la función de la educación. ¿Qué es educar? proponer sin tregua camelias sobre musgo como derivativos de la pulsión de la especie, porque esta no cesa jamás y amenaza sin tregua el frágil equilibrio de la supervivencia. 


Para Fernando Savater, en El valor de educar (1997), educar es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber que la anima, en que hay cosas (símbolos, técnicas, valores, memorias, hechos...) que pueden ser sabidos y que merecen serlo, en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros por medio del conocimiento. 


Para Fernando González Lucini, educar es humanizar.


Y yo creo, al menos desde que leí La balsa de piedra, que se educa para que sus ojos y sus manos fabriquen maravillas, aunque sean de piedra, y las altas proas, aunque sean de ilusión.


La fe en la cultura nació como un credo religioso, dice Irene Vallejo, en la página 190 de El Infinito en un junco. De ahí este texto del siglo II: 

Lo único que merece la pena es la educación.
Todos los demás bienes son humanos y pequeños y no merecen ser buscados con gran empeño.
Los títulos nobiliarios son un bien de los antepasados.
La riqueza es una dádiva de la suerte, que la quita y la da.
La gloria es inestable.
La belleza es efímera.
La salud, inconstante.
La fuerza física cae presa de la enfermedad y la vejez.
La instrucción es la única de nuestras cosas que es inmortal y divina.
Porque solo la inteligencia rejuvenece con los años,
y el tiempo, que todo lo arrebata,
añade a la vejez sabiduría.


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