Solo en la primera semana después del golpe de Estado, el presidente de Turquía firmó miles de órdenes de detención y decretos de cierre de medios y de cese de cargos públicos. Una de dos: o ese Gobierno tiene los servicios de seguridad más rápidos del planeta o Erdogan tenía la lista hecha desde hacía tiempo: la lista de fiscales y de jueces afines al clérigo Fetulá Gülem, la de periodistas y medios que decían lo que no le gustaba, la de militares disidentes... Y la lista de escuelas rebeldes: ha cerrado 1043, y 15 universidades privadas, de momento. Lo que podría querer decir, sin entrar en más honduras, que las escuelas turcas, o sus maestros, se dividen en dos: las que dan el currículo (programa oficial elaborado por los políticos democráticamente elegidos, o no), y las que dan otra cosa que no puede encerrarse en un currículo; las que trabajan de espaldas a la realidad (como si el mundo estuviera detenido en 175 días lectivos y en 180 páginas de un libro de texto,...
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)