Cuando lo innovador en la escuela es tirar las paredes que separan unas aulas de otras, para crear espacios abiertos, en los que interaccionan alumnos de diferentes edades con maestros distintos, creo que nos estamos equivocando de pared. Sí, de pared. Porque la que habría que tirar es la de fuera, la que separa la escuela de la calle, de la playa, del parque, del paseo, del kiosko, del mercado, de los mercados, del parlamento, del palacio de justicia, de los CIEs, de los tanatorios, de las cunetas, de las librerias, de los museos, de las vallas fronterizas, de los centros de menores, de los campos de refugiados, de los asilos de ancianos, de los horfanatos, de las narcosalas, de los centros de atención a mujeres maltratadas y de las cárceles. Eso si sería innovador. Llenaría las escuelas de realidad, aunque las vaciara de programas. Llenaría las escuelas de vida, aunque las vaciara de exámenes. Llenaría las escuelas de experiencias, aunque las vaciara de clases. Llenaría las esc...
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)