Si hubiera trabajado como profesor de Secundaria durante el confinamiento, aunque fuera de Matemáticas, habría leído La peste con mis alumnos. Eso si que hubiese sido innovador, ¿no creéis? Un profe de mate leyendo novelas... Algún padre o algún Jefe de Estudios se rasgaría las vestiduras, pensando que los alumnos pierden nivel, que no se da el programa... Es posible. Y asumiría la reprimenda. Pero a lo mejor, solo a lo mejor, hubiese ayudado a pensar en cómo conduce uno su vida en mitad de una pandemia. Particularmente, en esos momentos en los que, viendo luz al final del túnel, o sin verla, pero hartos de tanta oscuridad, se apuntan a celebrar lo que sea. Así termina La peste: oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede perm...
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)