Una vez mi hijo se presentó a una carrera infantil popular. Ganó, y le dieron un premio. Y al que llegó segundo, otro premio, igual, y al que llegó tercero, también, y al cuarto, y al quinto, y al vigesimosegundo, y a todos. El mismo regalo a todos. Mi hijo se fue a casa con cara de no entender muy bien el asunto. Entre las estupideces que he oído estos días en las tertulias de la Radio comentando el Informe Pisa, hubo una que me llamó especialmente la atención. Era la de un señor que decía que el problema de la educación en España estribaba en que no se reconocía el trabajo de los profesores. Si la profesión docente tuviera un mayor reconocimiento social, nos iría mejor, sin duda. Nos iría mejor a los profesores, pero sobre todo, le iría mejor a la educación y a todos los que educan, que somos todos. Pero como se lleven el reconocimiento, y digan que con él se premia su trabajo de tantos años, los profesores que se esconden detrás del programa, mal. Los profesores que van a su ...
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)