Lo mejor de la entrada de la innovación en la escuela es que los maestros descubrimos que las cosas se pueden hacer mejor, y no igual que siempre. Lo peor, que muchos acabamos pensando que todo lo nuevo es bueno, y que lo anterior es malo.
Estábamos perdiendo el equilibrio y tocaba recolocarse.
Este ensayo de Alberto Royo ayuda a recuperar el equilibrio.
Nos recuerda que la escuela está para enseñar y que a la escuela se va a aprender: "el profesor ha de servir al conocimiento, y ser la vía de transmisión hacia el alumno". Dos cosas que se nos estaban olvidando, de tanto poner la felicidad en el apartado de los objetivos de la escuela, y de tanto subrayar que al maestro le toca sacar (de no se sabe qué parte de los alumnos lo que estos ya sabían pero no sabían que sabían) y no meter (en ellos, el conocimiento que no tenían).
¿Que cuánto tiene que saber un maestro? Mucho. ¿Que como tiene que transmitirlo? Muy bien. Usando la metodología que mejor se adapta a cada momento. Si nueva, nueva. Si vieja, vieja.
Y a ver si nos dejan hacer.
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