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Nadie es de nadie

Los padres deberíamos ser los más interesados -dice Daniel Innerarity- en liberar a nuestros hijos de nuestra presencia monopolística. Y yo lo que veo es que muchos no están dispuestos a hacerlo. Que ni se plantean que lo suyo con los hijos sea un monopolio.

Nuestra responsabilidad -continúa Innerarity- en su educación y nuestro derecho a decidir qué educación queremos para ellos debe incluir el compromiso de educarlos en un espacio común, compartido con quienes no les dispensan el mismo afecto que nosotros y en el que reciban un contraste real con nuestro modo de vida particular. Pero no. Los gobiernos del PP y Vox promueven o consienten el voto parental para excluir contenidos y actividades del proyecto de la escuela que ellos mismos eligieron, las mesas de los inspectores de Educación se llenan de quejas de padres contra tutores y contra tutoras, por lo que oyen a sus hijos e hijas decir que aquellos dijeron en clase, y tantos y tantas recurren a la escuela concertada huyendo de la diversidad, como si esta no fuera lo mismo que el aire que respiramos, y como si la escuela cristiana pudiera crear espacios ideales para niños nacionales. Ni puede, ni debe (aunque alguna quiera).

Innerarity termina su reflexión diciendo que una relación de paternidad no es una relación de posesión, sino de responsabilidad, porque nadie es de nadie. 

Ahí os quiero ver, tutores y tutoras, defendiendo el espacio de la escuela cuando los padres y madres os pidan que salgáis de su sitio.

Invitadles a seguir buscando una escuela de su gusto. O a echarse al monte, con sus hijos, a ver.


La democracia y la familia, en "La libertad democrática" (Alianza Editorial, Barcelona, 2023), páginas 169 a 171.

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