Estudié la EGB entre la Escuela Parroquial de San Vicente Mártir, en Bilbao, y los Salesianos de Deusto. La mitad en un sitio y la otra mitad en el otro. Entre septiembre de 1970 y junio de 1978.
Muchos de los que me educaron eran unos enfermos.
Me dieron hostias como panes. Aunque muchas menos que a mis compañeros que iban mal en los estudios, o que no estudiaban.
Golpear no formaba parte de las rutinas diarias. Golpear era el sistema que empleaban. Y quienes enseñaban y aprendían (?) allá, lo integraban. Aquellos, como necesario. Estos, como normal.
Luego blanqueé aquellas barbaridades. Para subrayar la tesis de que los padres y madres, ahora, protegen en exceso a los hijos, recurrí a aquello de que "antes, si venías diciendo que te había pegado el profesor, tu padre te pegaba otra vez". Siento vergüenza por la pobreza del argumento, por las veces que lo he utilizado y por las veces que lo he escuchado sin rebatirlo.
No sé si es verdad que olvidamos lo que nos hace daño recordar. Yo no olvido el mearme encima en medio de una somanta de bofetadas. Ni cómo me agitaban, ni sé las veces, como a un peluche, cogiéndome por los pelos a ambos lados de la cabeza. Esas cosas me pasaron, aunque mucho menos que a mis compañeros que iban mal en los estudios, o que no estudiaban.
Esto pasó. Lo demás, no sé. Para mí, ya es bastante.
Junto a aquellos enfermos trabajaban otras personas valiosas. Hoy la cosa ha cambiado, porque esos mismos colegios están llenos de personas valiosas. Pero hay pendiente un ejercicio de transparencia, que no si somos capaces de hacer.
O si queremos.
Muchos de los que me educaron eran unos enfermos.
Me dieron hostias como panes. Aunque muchas menos que a mis compañeros que iban mal en los estudios, o que no estudiaban.
Golpear no formaba parte de las rutinas diarias. Golpear era el sistema que empleaban. Y quienes enseñaban y aprendían (?) allá, lo integraban. Aquellos, como necesario. Estos, como normal.
Luego blanqueé aquellas barbaridades. Para subrayar la tesis de que los padres y madres, ahora, protegen en exceso a los hijos, recurrí a aquello de que "antes, si venías diciendo que te había pegado el profesor, tu padre te pegaba otra vez". Siento vergüenza por la pobreza del argumento, por las veces que lo he utilizado y por las veces que lo he escuchado sin rebatirlo.
No sé si es verdad que olvidamos lo que nos hace daño recordar. Yo no olvido el mearme encima en medio de una somanta de bofetadas. Ni cómo me agitaban, ni sé las veces, como a un peluche, cogiéndome por los pelos a ambos lados de la cabeza. Esas cosas me pasaron, aunque mucho menos que a mis compañeros que iban mal en los estudios, o que no estudiaban.
Esto pasó. Lo demás, no sé. Para mí, ya es bastante.
Junto a aquellos enfermos trabajaban otras personas valiosas. Hoy la cosa ha cambiado, porque esos mismos colegios están llenos de personas valiosas. Pero hay pendiente un ejercicio de transparencia, que no si somos capaces de hacer.
O si queremos.
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