Lo más feo que he oído a un niño decir de su maestro es que no le entiende. A veces también dicen delante de sus padres que su maestra es una tonta, porque le ha chillado, o que es injusta, porque ha castigado a toda la clase, y él no había hecho nada. Cosas feísimas las dos, como podéis comprobar, pero no tanto como la primera:
- aita, es que no le entiendo lo que dice.
Los maestros tienen que ser narradores. Y no solo para serles interesantes a los niños, que no sería poco. Sino por fidelidad a la verdad.
Dicen los clásicos que la escuela es transmisora de conocimientos, pero eso es mentira. Los conocimientos están al alcance de los niños en muchos otros sitios. La escuela tiene que transmitir la verdad. Y la verdad no cabe en lo real. Por eso necesitamos el mundo de la ficción: los cuentos y las novelas. Y por eso los maestros tienen que ser narradores.
Y me extraña que no se lean cuentos en las escuelas más que a los niños muy pequeños, como le extraña a Martín Garzo que no se lean cuentos en el Parlamento, o que no los lean los políticos o los jueces. Porque los cuentos, dice, hablan del mundo de la infinita posibilidad, nos animan a seguir en nuestro empeño, nos hacen ver las cosas desde varios lugares a la vez.
- aita, es que no le entiendo lo que dice.
Los maestros tienen que ser narradores. Y no solo para serles interesantes a los niños, que no sería poco. Sino por fidelidad a la verdad.
Dicen los clásicos que la escuela es transmisora de conocimientos, pero eso es mentira. Los conocimientos están al alcance de los niños en muchos otros sitios. La escuela tiene que transmitir la verdad. Y la verdad no cabe en lo real. Por eso necesitamos el mundo de la ficción: los cuentos y las novelas. Y por eso los maestros tienen que ser narradores.
Y me extraña que no se lean cuentos en las escuelas más que a los niños muy pequeños, como le extraña a Martín Garzo que no se lean cuentos en el Parlamento, o que no los lean los políticos o los jueces. Porque los cuentos, dice, hablan del mundo de la infinita posibilidad, nos animan a seguir en nuestro empeño, nos hacen ver las cosas desde varios lugares a la vez.
Es que los cuentacuentos son fabulosos. Supongo que en la escuela también, pero en una noche estrellada, alrededor de una hoguera, nada que te pueda entretener de la voz cautivadora que recita la historia, te invade la emoción, entras en su mágico mundo y por un buen rato, vives en otra dimensión, fantásticos personajes te han acompañado en tu viaje y nada cuesta más que volver a la realidad cuando sus gestos y su voz se apaga.
ResponderEliminarOjalá que fuésemos cuentacuentos también en la escuela.