Me pregunto qué tenemos que hacer para que las escuelas sean "lo que debieron ser en un principio, espacios de libertad abiertos al conocimiento de la mano de un maestro que tiene la posibilidad de dirigir el entendimiento de los alumnos hacia la realidad, la fantasía y la imaginación. Una educación basada en el interés, en la investigación, en el placer de la lectura y en el movimiento de la mente" (Rosa Regás, en Sangre de mi sangre , que es la reflexión particular de la autora sobre su experiencia de ser madre). Me lo pregunto porque no me he encontrado con muchos padres ni madres que quieran eso de la escuela. Y entonces el director se vuelve loco cuando "los de calidad" le hacen preguntarse por la satisfacción del cliente: ¿qué quieren los padres? ¿Qué les dará satisfacción? ¿Cómo nos entenderemos?
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)