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Mostrando entradas de julio, 2021

Mirari, Ander y Maslow

  Leo en El Correo de esta mañana que dice Mirari, veinteañera vizcaína, que ponen el foco en ellos, pero poco se dice de los mayores, y que no hay más que fijarse en cualquier terraza. También leo que dice Ander, de 18 años, gasteiztarra, que va a seguir yendo a los botellones. Que ya ha perdido muchos meses de vida. Mirari y Ander nos están diciendo que han pasado dieciocho meses sin beber alcohol en la calle con sus amigos y sus amigas, y que no pueden más. Mirari y Ander nos dicen que han pasado entre el 6% y el 10% de su vida sin litrar, y que eso se les hace insoportable. Mirari y Ander dan por perdido el tiempo de vida de pandemia. Mirari y Ander nos están diciendo que Maslow estaba confundido. Y que la necesidad de pertenencia, que él colocaba en mitad de su pirámide, está en realidad en la base, junto a las necesidades fisiológicas. Mirari y Ander nos explican que nadie los va a sacar de la calle donde se relacionan bebiendo, ya mandemos a la Ertzaintza o al FBI. Mirari y Ande

El bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás

Os lo he dicho mil veces, y no aprendéis, suelen decir algunos profesores malos. Y en plena quinta ola (¿cuántas olas hay?) me encarno en profesor malo para repetiros que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir a una ciudad dichosa (Albert Camus, "La peste")  

De los errores se aprende lo que se aprende.

Que de los errores se aprende es un lugar común como otro cualquiera. Tan limitado como la mayoría. Sirve para llenar un hueco en una conversación de terraza, pero para casi nada más. Es posible que los errores sirvan para aprender. Pero eso no impide que los errores, incluso los mismos errores, vuelvan a cometerse. Mira el rey Juan Carlos. Cuando lo del elefante salió diciendo aquello de "lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir". Y volvió a pasar. Nada relacionado con animales salvajes en Botswana, eso es verdad, pero sí con fechorías impropias de alguien que se presenta como modelo delante de una sociedad, y que han hecho que lo saquen del palacio y lo manden a vivir a casa de unos amigos árabes. Alguno pensará que, dado que de los errores se aprende, a Unai Simón no se le volverá a escapar un control con el pie, pero no es verdad. Volverá a fallar. Y no porque sea fallón, sino porque es humano. Y por mucha atención que ponga, por mucha concentración que ap