Si leer es bueno para la salud, releer es el doble de bueno. Lógicamente. Por eso cuando releí a Pennac caí en la cuenta de que entre linea y linea había escondido la respuesta a la pregunta por el sentido. El sentido de hacerse maestro y seguir en ello. ¿Era él un gran matemático? Y el curso siguiente, ¿era la señora Gi una gigantesca historiadora? Y durante la repetición de mi último curso, ¿era el señor S. un filósofo sin par? Lo supongo. Pero, a decir verdad, lo ignoro; solo sé que los tres estaban poseídos por la pasión comunicativa de su materia. Armados con esa pasión, vinieron a buscarme al fondo de mi desaliento y solo me soltaron una vez que tuve ambos pies solidamente puestos en sus clases, que resultaron ser la antecámara de mi vida .
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)