En las reuniones a las que voy escucho, muchas veces, expresiones que no sé lo que significan. Las palabras las entiendo, pero no sé ni por qué ni para qué se dicen. Por ejemplo: - Siempre estamos con la misma historia. A mi se me amontonan las preguntas: ¿siempre?, ¿estamos?, ¿quienes estamos?, ¿cuál es la historia en la que estamos? Si hago alguna de esas preguntas, o si digo que no me estoy enterando, me expongo a miradas o a comentarios de desaprobación, así que con frecuencia fijo la vista en el papel, o la cruzo con alguno de los cómplices que tengo en la reunión (qué sería de la vida sin cómplices...). Y ahí lo dejo. Mientras, pienso. En que cualquier conflicto no resuelto en el pasado, se transfiere a nuestras interacciones en el presente. Y las contamina. Y después de pensar, me ratifico en el diagnóstico que llevaba puesto: nuestras organizaciones y equipos tienen decenas de conversaciones pendientes.
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)