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Villanos sin superhéroe

Muchas veces, cuando me pongo a mirar a grupos de personas -un Claustro de profesores y profesoras, pongamos por caso- me pregunto qué hace que haya en el mismo equipo personas con ganas de trabajar y personas que hacen lo justo, para cumplir, personas arrogantes ("me vas a enseñar tú a mí, ahora") y personas sencillas, con unas enormes ganas de aprender, personas nostálgicas de un pasado que siempre fue mejor y personas que saben que mejorar, mejorar, lo que se dice mejorar, es cosa del futuro, personas que envidian lo que hacen los demás, y dinamitan cuanto pueden, y personas que admiran lo que hacen los demás, y lo aprenden, lo recrean y lo multiplican.

¿Qué hace que esto pase?, me suelo preguntar.

¿Y por qué pasa aquí y allí?

Será la edad, me contestaba. Pero no. Es la a-C-titud, y no la a-P-titud, la que crea la a-L-titud, decía mi buen amigo Joserra Mandiola.

Y esta teoría de Joserra me la confirmó este cuento que encontré en la red. Lo recoge María Pérez, andaluza de nacimiento y complicada de profesión, mitad educadora social y mitad pastelera, y autora de un blog maravilloso que no podéis dejar de visitar.

Ahí va el cuento:

En una leyenda atribuida a los Cherokee, un anciano le cuenta a su nieto la terrible lucha que está sucediendo en su interior, una lucha entre dos lobos. Uno es malvado: es ira, envidia, tristeza, codicia, arrogancia, autocompasión, culpa, rencor, inferioridad, mentira, soberbia y ego. El otro es bueno: alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía, generosidad, sinceridad, compasión y fe. ‘La misma lucha está ocurriendo en tu interior y en el interior de todas las demás personas’, le dice el anciano a su nieto.
El niño quiere saber qué lobo ganará.
‘Aquel que alimentes’, responde el anciano con sencillez.

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