Hoy la educación de los niños de Santander va a ser un poco más complicada, porque desde hace unos días nos falta Saray. Apenas la conocía. Unos pocos encuentros sirvieron para ir conformando en mi cabeza la imagen de una mujer serena y alegre, maestra de vocación, directiva por servicio, profesional de esto. Los profesores del Colegio La Purísima la conocían bien. Con el conocer que da el cariño, ese conocer que no viene de los ojos de la cara, sino de los del corazón, o del alma, o de donde sea. Y me transmitieron que era una mujer de fe, sensible. Una de esas personas de las que uno dice: "con ella, Dios nos visitó". Me decían que hasta el final estuvo pensando en los niños y en el Colegio. Ojalá su recuerdo vivo dé a sus compañeros la fuerza para seguir pensando en los niños y en el Colegio. No será complicado, porque si lo de la resurrección es como Jesús contó, Saray andará por la calle Alta.
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)