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Mostrando entradas de septiembre, 2013

Saray

Hoy la educación de los niños de Santander va a ser un poco más complicada, porque desde hace unos días nos falta Saray.  Apenas la conocía. Unos pocos encuentros sirvieron para ir conformando en mi cabeza la imagen de una mujer serena y alegre, maestra de vocación, directiva por servicio, profesional de esto. Los profesores del Colegio La Purísima la conocían bien. Con el conocer que da el cariño, ese conocer que no viene de los ojos de la cara, sino de los del corazón, o del alma, o de donde sea. Y me transmitieron que era una mujer de fe, sensible. Una de esas personas de las que uno dice: "con ella, Dios nos visitó". Me decían que hasta el final estuvo pensando en los niños y en el Colegio. Ojalá su recuerdo vivo dé a sus compañeros la fuerza para seguir pensando en los niños y en el Colegio.  No será complicado, porque si lo de la resurrección es como Jesús contó, Saray andará por la calle Alta.

Palabras entre maestros

Los Centros Educativos Vicencianos tienen la sana costumbre de elegir cada curso un valor en el que fijar la atención de alumnos, padres y maestros. Este año es el valor de la sensibilidad. El núcleo duro de la inteligencia emocional, a la que dimos vueltas en las Jornada de Formación de la semana pasada, y en las que participamos 517 profesores de Irun, Hernani, Donostia-San Sebastián, Mutriku, Llodio, Vitoria-Gasteiz, Bilbao, Barakaldo, Santurtzi, El Astillero, Laredo, Santoña, Polanco, Santander, Burgos, Aranda de Duero, Tudela de Duero, Valladolid y Medina de Rioseco. Una muestra de senbilidad es mirar a los ojos a tu compañero de departamento cuanto entra por la mañana en el despacho. Sonreir y saludar. Decir palabras entre maestros, como las que propone Manu Velasco en su blog.

¿Por qué?

¿Por qué el pollo cruzó la carretera? Dice Shalom Auslander ("Esperanza: una tragedia") ) que porque era un imbécil. Al otro lado de la carretera todo es igual. Y el riesgo de ser atropellado era evidente antes de empezar a cruzar. Y más, siendo un pollo. También tú, siendo un maestro. Puede que a lo largo del curso te atropelle un inspector empecinado, un compañero alterado, un padre enfadado, o un alumno desubicado. El riesgo es evidente. Entonces, ¿por qué cruzas este año tú la carretera? (conviene responder a esta pregunta antes de entrar el lunes en clase)