El otro día os contaba la de aquella madre que me llamó para decirme que le había llamado su hija desde Dublín para contarle un problema que yo debía de resolver desde Bilbao conectando con Irlanda, para regocijo de Telefónica. Otra madre helicóptero es la que me llamó, diez minutos más tarde de que su hijo hubiera terminado el examen de Física, para decirme que le había llamado su hijo diciendo que la cuarta pregunta era muy difícil, y para preguntarme cuántos obstáculos más íbamos a poner en su camino para hacerle cuesta arriba el aprobado. Entonces pensé en prohibir los móviles, pero pronto me di cuenta de lo vano de ese empeño, y de que los móviles no han sido nunca un problema. Sino quienes los usan mal.
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)