Después de siete años, Zé, el afinador de pianos del prostíbulo más famoso de Lourenço Marqués, consideró que el piano estaba afinado. Después de siete años de dedicar horas y horas, día tras día, a afinar una tecla tras otra, suspiró profundamente y tocó. Llenó el calor de la mañana africana del calor y del fuego de la Fantasía Impromptus de Chopin , dejando boquiabiertos a putas y clientes, a blancos y negros, que ignoraban que aquel viejo ciego y encorvado fuera un vituoso de la música. - estos pianos son difíciles de afinar , dijo al terminar. Los tiempos. Los dichosos tiempos. ¿Quién dice cuánto hace falta para afinar un piano, si siete horas, como el afinador que viene a mi casa, o siete años, como Zé? ¿Quién dice cuánto hace falta para aprender? ¿Y por qué, si no sabemos la respuesta, seguimos los maestros rígidos programas anuales iguales para todos los alumnos?
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)