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Mostrando entradas de 2012

Una profesión singular: maestros

Aunque en algunas cosas se parezca a las demás, la nuestra es una profesión distinta. Su singuralidad reside en la intuición de que enseñar a otros es una tarea dotada en si mismo de sentido. En la sensación de que nuestro quehacer conecta con lo más noble de las personas y nos coloca allí donde se va haciendo posible el bienestar de las generaciones que vendrán. Eso es lo que hace, a mi juicio, que "de profesor" no se pueda estar. Que hay que ser. O que en ella solo pueden estar los que quieran ser. Y siempre me ha llamado la atención que entre los estudiantes de Bachillerato con mejores expedientes académicos haya algunos que no descarten estar de profes algún tiempo, pero haya muy pocos que lo quieran ser. A lo mejor si pusiéramos un 9 de media para entrar en Magisterio...

Reinvindicación de la autoevaluación

Yo creo que a los profesores nos iría mejor si dedicáramos tiempo a auto - evaluarnos de vez en cuando. Pero la verdad es que nos cuesta hacer cosas tan in - útiles .  Con bastante gracia, Joan Vaello nos habla en su magnífico libro “El profesor emocionalmente competente” de la existencia entre nosotros de los llamados “profesores – manguera”. Se trata de aquellos que “desde una posición de superioridad, piensan que lo hacen muy bien, que ya saben demasiado y que nadie tiene nada que enseñarles, despreciando cualquier aportación ajena” . También es cierto que a su lado, compartiendo el mismo trabajo y peleando por el mismo proyecto educativo, están los “profesores - esponja”, esos que desde el reconocimiento de que no lo saben todo y de que les queda un largo camino por delante, se dejan la piel buscando formación (siempre me acuerdo de Jose Manuel, cuando se despedía de mí en junio pidiéndome algo bueno para leer ese verano). Pues bien, hay tantos “profesores – manguera”, o t

¿Por qué es necesario evaluar y evaluarnos? ¿Cómo evaluarnos para provoca aprendizaje y mejora?

Lourdes y Olga me pidieron que me pusiera a escribir algunas de esas cosas que voy diciendo por ahí, que si los profes evaluamos todo menos a nosotros mismos, que si no hay otra forma de mejorar que darnos cuenta de que lo que hacemos es mejorable, que si parecemos políticos, siempre con problemas de agenda para hacer otra cosa que no sea lo de siempre, que si tenemos más miedo que vergüenza a que nos evalúen (a ver quien se creen esos)... Y como yo no sé decir que no, y menos a ellas, me puse a la tarea. Lo cierto es éste acabó no siendo el mejor momento de mi vida para escribir, desde la primavera hasta aquí, en medio de un túnel, que a ratos no se veía un pito, pero lo que hay que hacer, hay que hacer, y ya está. Este es el resultado. Dos cuadernos presentados con primor que constituyen el segundo Libro de los Porqués y el segundo Cuaderno de los Cómos, de la nueva colección que ha puesto en marcha Arcix Formación. Lo podéis adquirir por 25 eurillos de nada en http://arcix.

Apunta mejor, ministro

Como no es de recibo que el sistema acabe derivando en 17 sistemas distintos, que ya decían los griegos en la Unidad estaba la perfección, el ministro Wert quiere que en el futuro el Gobierno controle el 75% de los contenidos que se imparten en cada una de las asignaturas de la enseñanza obligatoria, en lugar del 65% actual (65 -55 en los casos de las Comunidades con lengua propia). Vuelve a errar el tiro, porque no es el Gobierno, ni el central ni el autonómico, el que decide el 55, el 65 o el 75 por ciento de los contenidos que se trabajan en un aula, sino que es el profesor, cada uno de ellos, el que decide el 100% de los contenidos que se trabajan en un aula. Y si se quiere mejorar el sistema, intento loabilísimo, no hay que empezar por la cosa, sino por quienes tienen la posibilidad de cambiar la cosa. Y si en el cómo reformar no acierta el Gobierno, tampoco en el qué. En su intento por reducir el fracaso escolar y por subir en el escalafón de PISA, siguen hablando de contenid

Jornadas de comienzo de curso con maestros vicencianos.

Termina una intensa semana de trabajo. He tenido la suerte de poder estar y trabajar con 488 maestros y maestras, profesores y profesoras, de 19 colegios de las Hijas de la Caridad de la provincia de San Sebastian, hermanas y seglares. Ellos llegaban a Aranda, a Irun, a Llodio y a El Astillero - Guarnizo, preguntandose ¿quien... (tiene las listas de 1ºA?), ¿dónde... (voy a dar Química este mes si el laboratorio está en obras?), ¿no habíamos quedado en que... (limpiábamos al almacén viejo y lo poníamos en condiciones para trabajar psicomotricidad con los peques?), ¿cuándo... (es el primer puente?), ¿cómo... (carajo quieres que esté en dos sitios a la vez los miércoles a segunda hora?, te habrás confundido en el horario...), preguntas adecuadas al lugar y circunstancia propias de comienzo de curso. Y vengo yo y les pregunto por qué se hicieron maestros (@mendigutxia #mehiceprofepor) y para qué quieren seguir siendo maestros (@mendigutxia #sigosiendoprofepara). Ellos venían estrujándo

¿Muro o camino?

Mario es un niño de diez años que tiene un laboratorio en su cuarto. Mario es el protagonista del libro que Xavi y yo hemos leído juntos este verano ("El Laboratorio de Mario"). En el último capítulo lo dejamos apuntando en su cuaderno los resultados de su última investigación: después de dejar unos saltamontes muertos en el joyero de su hermana Isabelle, tomaba tiempos para saber cuánto tiempo tarda una hermana en encontrar insectos muertos en su joyero, y después establecer las correcciones oportunas. En la misma linea, Roger Schank, investigador de la teoría del aprendizaje, dice ayer en La Vanguardia cosas que podrían hacer temblar los débiles cimientos profesionales que cualquier profesor se empeña en apañar estos días, para que le duren hasta junio: que estamos enseñando las materias equivocadas con la metodología equivocada, porque no todos los niños son iguales ni deben aprender lo mismo. El lenguaje de la entrevista es provocador, y las ideas, breves y muy poco

El afinador de pianos (y 2)

Después de siete años, Zé, el afinador de pianos del prostíbulo más famoso de Lourenço Marqués, consideró que el piano estaba afinado. Después de siete años de dedicar horas y horas, día tras día, a afinar una tecla tras otra, suspiró profundamente y tocó. Llenó el calor de la mañana africana del calor y del fuego de la Fantasía Impromptus de Chopin , dejando boquiabiertos a putas y clientes, a blancos y negros, que ignoraban que aquel viejo ciego y encorvado fuera un vituoso de la música. - estos pianos son difíciles de afinar , dijo al terminar. Los tiempos. Los dichosos tiempos. ¿Quién dice cuánto hace falta para afinar un piano, si siete horas, como el afinador que viene a mi casa, o siete años, como Zé? ¿Quién dice cuánto hace falta para aprender? ¿Y por qué, si no sabemos la respuesta, seguimos los maestros rígidos programas anuales iguales para todos los alumnos?

MARINA ALABAU

Marina Alabau es una chica sevillana que acaba de ganar una medalla de oro en Londres, sobre una tabla de wind surf. Yo he aprendido de Marina que para entender las cosas que pasan hay que escuchar y mirar. Pacientemente y en silencio. Es emocionante escucharle hablar de lo que siente practicando su deporte: "al viento hay que escucharlo para entenderlo. Leo el viento en el mar, en los colores, en si se riza o no". Yo he aprendido de ella que entender las cosas que van a pasar es fundamental para poder anticiparse: "el viento viene y debes anticiparte a él para que te lleve. Yo busco al viento, siempre sé de dónde viene". Lo hace desde que se despierta, porque es su vida: "si estoy en casa, me basta con escuchar los coches para saber si sopla Levante o no. Si me despierto y escucho pajaritos, es que no hay viento". Cuestión de sensibilidad, de tener despiertos los sentidos. Desde que te despiertas.

El afinador de pianos

Zé es un hombre ciego que dedica todos los minutos de su vida a afinar el piano del prostíbulo que su hermano Vaz regenta en un puerto del sur de Africa, a comienzos del siglo pasado. La historia la cuenta Henning Mankell en "Un ángel impuro". Ese es el sonido ambiente del local, el del afinador de pianos. De un piano que nunca nadie toca, salvo su afinador. Cuando se necesita el silencio, porque los visita algún representante del Gobierno, el senhor Vaz lleva a su hermano a un cuartucho trasero, en el que también hay un piano, con teclas pero sin cuerdas. Y Zé sigue afinando. En el cuartucho, Zé afina un piano mudo. Un piano sin cuerdas se parece a uno con cuerdas como una clase con alumnos se parece a otra clase con otros alumnos. Parecen lo mismo, pero no lo son. Muchos hacemos lo mismo en clase desde hace años. El mismo trabajo delicado y minucioso del afinador, sin pensar si el piano tiene cuerdas o no. Y no es lo mismo.

Tomar el pelo

Philippe Perrenoud, a quien estoy teniendo la suerte de leer en este verano, dice que una de las diez nuevas competencias para enseñar es la de informar e implicar a los padres, cosa con la que estoy completamente de acuerdo. Yo sé que las cosas no van bien en este tema desde hace mucho tiempo. En particular, desde que una persona me dijo que en el Equipo Directivo éramos muy contemplativos con los padres, y que tendríamos que tener menos miramientos con ellos. Perrenoud señala veinte formulas "simples y baratas" de tomar el pelo a los padres, de las cuales yo he extraido aquellas que he experimentado en primera persona: 1. Sugerir que el interlocutor desconocía el contexto y juzga sin saber (aunque sea verdad). 2. Distanciarse de los compañeros ausentes y de las decisiones de grupo. 3. Remitirlo a sus propias incoherencias o a la ausencia de consenso de su grupo. 4. Hacerse el ofendido ("vuestra falta de confianza me ofende...") 5. Sugerir que el interloc

El deseo de saber. Y la decisión de aprender.

¿Qué hay en el corazón del oficio de profesor? ¿Con qué nos quedaremos si suprimimos todo lo superficial? Philippe Perrenoud dice que con solo una cosa: la competencia y las ganas de desarrollar en los niños y en los adolescentes el deseo de saber y la decisión de aprender. Dificilmente vienen con ellas de casa. Y muchos están allí sentados cumpliendo con una obligación que aborrecen. Yo he oído a profesores decir de esos alumnos: "si no quieren ni trabajar ni aprender, que se vayan a su casa". Y los he visto presentarse en el despacho del Director pidiendo la expulsión. "Muy pocos profesores están dispuestos a pensar de forma sistemática: un buen número de mis alumnos no ve ni el interés, ni la utilidad de los conocimientos que deseo hacerles aprender. Así pues, consagraré una parte importante de mi trabajo en desarrollar el deseo de saber y la decisión de aprender". Lo que significa cambiar. Hacer cosas distintas. Dar a la frase "ahora que tenía prepa

Me acuso

"Yo no estoy en allí (en la clase) para quererlos (a los alumnos) y no les pido que me quieran. Tenemos un contrato de trabajo que respetar, ni más, ni menos. Yo enseño y ellos aprenden, si quieren" Estra frase la he oído varias veces de compañeros profesores. Y me acuso de no haber tenido valor para decirles que abandonaran la profesión.

Una de autoestima

Mira que se dicen cosas feas de la escuela: que si no hay nivel, que si los profesores no tienen más que vacaciones, que se están quedando viejas y reviejas, por muchas pizarras digitales que tengan... Pues bien, todo eso tan malo que se dice de la escuela nunca podrá ocultar los millones de "niños que ha salvado de las taras, los prejuicios, la altivez, la ignorancia, la estupidez, la codicia, la inmovilidad o el fatalismo de las familias" (Daniel Pennac, Mal de escuela, Literatura Mondadori, pag. 25)

Maestros con maestría

Maestros llaman también a los toreros. Y a los buenos músicos, a los directores de orquesta. Yo le gritaba maestro! a Txetxu Rojo, el 11 del Athletic, cuando inventaba pases imposibles con su pierna izquierda. Y hay también maestros de la danza, y de la pintura. Maestro es el que tiene maestría, diría Forrest Gump. Tener maestría es saber más de lo que se sabe, o hacer más de lo que se hace, normalmente, en un campo de trabajo cualquiera. Los maestros abordan problemas que aumentan su maestría, mientras que los que no lo son, dice Day ("Pasión por enseñar", Narcea, Madrid 2006, pag 102) tienden a abordar problemas para cuya solución no tienen que asimilar ya nada nuevo. Entonces, ¿por qué hay maestros y profesores empeñados en reducir su campo, en tener cuanto antes todas las respuestas, en no tener que preparar nunca una materia nueva, en no tener que asimilar más cosas... si el cambio es lo que hay? ¿Somos maestros o no somos maestros?

El diálogo que nunca tuvo lugar

- Oye, dieciséis suspensos de veinticuatro alumnos, ¿no son muchos? - A mí no me lo parece. No han hecho nada en toda la evaluación. - Hombre, nada, nada, dos tercios de la clase, durante treinta y seis horas de clase... - Nada de nada. - ¿Y has pensado en lo que podría no haberte salido como querías? - ¿Qué insinúas? ¿Que no hago bien mi trabajo? - No insinúo nada. Te he preguntado si has estudiado las distintas razones que han podido influir en unos resultados tan malos. - Pues yo he hecho lo mismo de todos los años. - Ya, pero es que estos alumnos eran otros... Es difícil asistir a diálogos como este entre un Jefe de Estudios y un profesor. No se suelen dar. Los buenos maestros se reinventan cada año. Y van adaptando su proceder a las características de los alumnos y de la clase. Igual que un carpintero no trabaja igual con esta madera que con aquella. Estoy convencido de que una de las claves para sostener las ganas de enseñar de un maestro es la convicción d

Maestros calasancios

Aunque soy de Bilbao, y con eso debiera bastar, tengo que reconocer que muchas de las mejores cosas de mi vida me han pasado en Madrid. O cerca. Como este tiempo compartido con cincuenta y nueve profesores calasancios y con sus acompañantes. Los calasancios son unas personas extraordinarias, que piensan que educar es suscitar en los niños el amor a la verdad, porque es ella la que educa. Y que se meten cada día en las aulas y en los recibidores donde se encuentran con los padres, y en sus despachos, dispuestos a hacerlo realidad. Me contaron historias maravillosas de profesores que empezaban su clase con dos minutos de música clásica (a ver cuando pones otra vez a Schubert, que a mi me gustó La Trucha), aunque fuera de Mates (¿o porque era de Mates?), de profes de Historia que hacian dramatizar las lecciones, tú, de señor feudal, tú, de campesino, y tú, de rey, que la semana pasada hiciste de vasallo, y la anterior de caballo, que era peor. Y me hablaron de miedos y de ilusiones, mucha

Nuestras clases, la antecámara de su vida (y si no, quédate en casa)

Si leer es bueno para la salud, releer es el doble de bueno. Lógicamente. Por eso cuando releí a Pennac caí en la cuenta de que entre linea y linea había escondido la respuesta a la pregunta por el sentido. El sentido de hacerse maestro y seguir en ello. ¿Era él un gran matemático? Y el curso siguiente, ¿era la señora Gi una gigantesca historiadora? Y durante la repetición de mi último curso, ¿era el señor S. un filósofo sin par? Lo supongo. Pero, a decir verdad, lo ignoro; solo sé que los tres estaban poseídos por la pasión comunicativa de su materia. Armados con esa pasión, vinieron a buscarme al fondo de mi desaliento y solo me soltaron una vez que tuve ambos pies solidamente puestos en sus clases, que resultaron ser la antecámara de mi vida .

Sobre el optimismo

En "El valor de educar" (Ariel, BCN 1997) Fernando Savater dice: como individuos y como ciudadanos tenemos perfecto derecho a verlo todo negro. pero en cuanto educadores no nos queda más remedio que ser optimistas, ¡ay!. Y es que la educación presupone el optimismo tal como la natación exige un medio líquido para ejercitarse. Quien no quiera mojarse, debe abandonar la natación; quien sienta repugnancia hacia el optimismo, que deje la enseñanza y que no pretenda pensar en qué consiste la educación. Porque educar es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber que la anima, en que hay cosas (símbolos, técnicas, valores, memorias, hechos...) que pueden ser sabidos y que merecen serlo, en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros por medio del conocimiento (...) Con verdadero pesimismo puede escribirse contra la educación, pero el optimismo es imprescindible para estudiarla y para ejercerla.  

oxígeno para el fuego

Ahora que acaba el curso estoy ordenando con mi hijo sus libros, los de texto y los otros. Los otros son seis novelas: dos en castellano, dos en euskera y dos en inglés. ¿Cuál es el que más te ha gustado?, pregunto con un poco de ingenuidad y otro poco de mala leche. - no tengo ni idea contesta mientras los coloca cuidadosamente en una estantería de la que no volverán a salir a no ser que nos mudemos de casa. Recordé que Montaigne afirmaba que enseñar no era llenar un hueco, sino encender un fuego . Y recordé lo que me dijeron en un curso al que asistí hace un montón de años: para avivar el fuego se necesita una buena bocanada de aire. Y a menudo, creo yo, con el tratamiento que damos a la enseñanza de la Literatura, no hacemos más que suprimir el oxígeno que necesita la llama para intensificarse. Y en lugar de amar las novelas, y la poesía, las tienen por irrelevantes. Pena de tiempo perdido, otra vez.

El sol

- ¿Quien te da Lengua? - No sé, uno joven. Nos distinguen así, por la edad. Y también en esto tienen razón. Me da por pensar que el tiempo hace en nuestro ser de docentes un trabajo similar al del sol con la tierra. En nuestra vida y en nuestro trabajo, las zonas que antes estaban oscurecidas de repente se iluminan. Las que estaban a oscuras en la juventud, en la edad adulta se alumbran, y al revés. Ni los mayores manejaremos el ratón como lo hacen los jóveves digitales ni estos serán capaces de ver en los ojos de un chaval lo que vemos los veteranos. Y no habrá clase sin ratones, ya no. Pero tampoco sin maestros que vean profundo. El asunto entonces es ver cuales son las zonas iluminadas en cada momento, y trabajar en ellas para el mayor bien de nuestros alumnos. Y nuestro.

¿Explicar o emocionar?

Entre estimular el intelecto o estimular el corazón de los alumnos, ¿con qué quedarse, si es que no se pueden estimular los dos? Vaya pregunta. Foster Wallace, dice Uribe en "Bilbao - New York - Bilbao", se hizo famoso cuando escribió " La broma infinita ". Para él, lo esencial es la emoción. La escritura, la palabra hablada, tiene que estar viva. Dice que es algo muy sencillo, que desde los griegos, la buena literatura, un buen discurso, te hace sentir un nudo en el estómago. Y que lo demás no sirve para nada.

Estar donde toca cuando toca

Bilbao, Nueva York, Bilbao es una novela de pescadores, entre otras muchas cosas. En ella he aprendido que "el barco que está bien colocado es el que más pesca. El barco tiene que estar bien anclado en el mar, firme. Por eso es importante que tenga peso. Cuanto más peso, mayor la pesca." He pensado en la desafortunada imagen del Colegio como un barco con remos. Ya no hay barcos con remos, pero cuando tenemos que hablar del trabajo en equipo seguimos diciendo la tontería esa (que sienta tan mal, por otra parte) de que tenemos que remar todos en la misma dirección porque estamos todos en el mismo barco. Nos costará dejar de pensar en barcos, que en la escuela parecemos todos hijos de pescadores, o de navieros, pero podemos cambiar la imagen. Pasar de los remos al ancla. Y esperar que las tormentas que sacuden las aulas, y los pasillos, y los patios, y los despachos, nos pillen a cada uno donde tenemos que estar, con el ancla en su sitio.

No es mal plan, hacer de cada clase una obra de arte.

Enseñar es ayudar a las personas a vivir más y a vivir mejor. Es dar sentido. Cuando una persona de 16 años dice en medio de una clase "eso no tiene sentido", el profesor no debería protestar, ni enfadarse, ni contestar aquello de "pero por qué quieres buscarle siempre tres pies al gato". Porque ese alumno demuestra que está a lo que hay que estar, buscando el sentido. Otros están a aprobar, y otros a que les digas qué entra en el examen, más exactamente, si el segundo párrafo de la 166 entra o no entra . De eso acaban contagiados algunos profesores. Y hacen de acabar la materia el primer objetivo de su trabajo en el aula. Pues no y no. Walter Lewin nos dice que no es mejor profesor quien más materia cubre, sino quien más mundos descubre . Para eso, además del profesor y del libro de texto, tendrán que entrar en el aula el ordenador, las ganas de disfrutar dando clase, las ganas de hacer teatro, una o dos novelas, algún libro de poesía y una canción. Por l

Ministros maestros

Estoy hasta el gorro de oir a los maestros decir que ahora los alumnos ya no quieren aprender. Lo que de verdad necesitamos son profesores que quieran aprender. Porque si nuestra escuela se ha quedado tan revieja es porque hemos estado siempre más pendientes de enseñar que de aprender. El aprendizaje es una manera de ir por el mundo, decía Vaill. Como hacen los maestros, diremos mañana. Gabilondo dice que "cuando se insiste, con razón, que para enseñar hay que saber, hemos de subrayar que ha de saberse asimismo aprender con otros y eso es tarea de una vida". Ay!, qué tiempos!, cuando un maestro era Ministro de Educación... http://blogs.elpais.com/el-salto-del-angel/2012/04/m%C3%A1s-que-una-profesi%C3%B3n.html#more

Wert

Poner a un tertuliano demógrafo de ministro de educación es lo que tiene. Que dice que va a aumentar la ratio de alumnos un 20%,  y comenta que la medida no afectará, ni directa ni indirectamente, a la calidad del servicio educativo.  Que los profesores darán más horas lectivas, una detrás de otra hasta que acaben como el de la foto, y sigue comentando que la medida tampoco afectará, ni directa ni indirectamente, a la calidad del servicio. Y que las bajas de menos de diez días no se cubrirán, ya que hay profesores suficientes en los centros para, sumadas las lectivas y las de sustitución, hacer 30 horas de clase a la semana, lo cual tampoco afectará, ni directa ni indirectamente, a la calidad del servicio educativo que se presta. Todo esto es lo mismo que admitir que estábamos gastando 3000 millones de euros porque nos sobraban, que en realidad, siempre hemos estado con cincuenta en clase, con un profesor que no salía del aula ni para hacer pis, y mira lo listos que hemos salido, que

profesores que estudian para cuidar su sensibilidad

Llevo tiempo diciendo que hay que hacer hueco a la sensibilidad. Que no puedo entender a un maestro en nuestras escuelas que no se empeñe en educar su mirada para poder ver lo que pasa y a quien pasa. Esteve decía que para construir una buena enseñanza hay que preocuparse por vincular pensamiento (ya alguna vez me habréis oido decir que un maestro es uno que piensa ) y sentimiento. "Nunca encontré - señalaba - una mejor definición de Magisterio: dedicar la propia vida a pensar y a sentir y a hacer pensar y sentir". Todos sabemos ver, pero no todos vemos las mismas cosas. Para percibir lo que pasa a nuestro alrededor, además, hay que poder ver. Hace falta soltar lastre de la agenda y limpiar la cabeza igual que nos quitamos las legañas, por las mañanas. Y hace falta saber el nombre de las cosas, también. Dice esta mañana Gabilondo en su blog que una forma de desatención consiste en no ver no porque se carezca de sensibilidad, sino porque no se tiene el concepto adecuado: &

¿Alumnos o programa?

En algún momento de nuestra vida, y en particular cuando nos asignan una materia nueva a impartir, nos preguntamos "qué hay que enseñar". Los mejores profesionales se lo preguntan al comienzo de cada curso, aunque lleven años impartiendo la misma asignatura.  Buscando la respuesta, a la mayoría se les va la mirada al programa. Ese texto legal que guardamos fotocopiado y grapado. O a su versión popular, que es la programación abreviada. Y a la minoría se les va la mirada a los alumnos, y cuando le preguntan por lo que "hay que dar" contesta con un "espera a ver..."  A la pregunta por ¿qué merece la pena ser enseñado? Reboul contestaba, en 2001, que “ merece la pena ser enseñado todo lo que une y todo lo que libera ". Lo que une hace referencia a la integración de los sujetos en su cultura, y en la cultura universal . Y lo que libera se refiere a su propia capacidad de acción y de toma de decisiones, aquello que les servirá

Padres peligrosamente ladeados

Una de las consecuencias más nefastas que conlleva optar por la academia y no por la vida se llaman deberes escolares o tareas para casa. Hace unos días me contaba una amiga que un grupo de madres peligrosas se acercaron al colegio a hablar con la tutora de los niños de sexto para pedirle más deberes. Decían que un  colegio que no pone deberes no tiene nivel. Es la opción por la academia en versión padres, así que los únicos responsables de que el sistema esté peligrosamente ladeado hacia los contenidos no somos los profesores. Todavía recuerdo la queja de aquellos padres por no haber dado todavía, a aquellas alturas del 4º curso de primaria, el aparato excretor. Como mi identidad de padre está hasta el moño de los deberes escolares mi identidad de profesor pasaba de ellos. ¿O es al revés? En cualquier caso, es lo que yo llamo la coherencia de las identidades múltiples.   El artículo que propongo da para que pensemos un rato. http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/04/02/viday

Profesores en dilema: ¿vida o academia?

A mi hijo Andoni le quedan poco más de dos años para terminar la enseñanza (secundaria) obligatoria y otros dos años, luz en este caso, para aprender a vivir. De lo cual somos culpables yo y el sistema educativo formal en el que aprende cosas. Por lo que a este respecta, y metiendo el dedo en el ojo a todos los colegas que vivis obsesionados por terminar el programa como sea, os cito lo que dice Philippe Perrenaud: "nuestros problemas reales tienen que ver con la psicología (relaciones interpersonales, conflictos, enamoramientos y rupturas, depresiones, enfermedades, acosos, inseguridades, etc.); con la sociología (sistemas de representación política, elecciones, multicultura, pertenencia a grupos, trabajo en organizaciones, fenómenos sociales como el paro, la democracia, la globalización, etc.); con la economía (el mercado y sus vaivenes, las crisis económicas, las gestiones bancarias, los fenómenos familiares, la terciarización, etc.) y el derecho (matrimonios, nacimientos,

Maestros especiales: el señor Germain

Gracias a Diego Cuevas ( El clima educativo en la escuela vicenciana) he conocido que Albert Camus, además de escribir algunas de las páginas que más me han emocionado en mi vida, además de enseñarme a desconfiar de la bondad de un mundo en el que los niños son torturados, fue niño en Argelia y vivió una vida de pobreza y trabajo. Cuando le dieron el Premio Nobel de Literatura, ¿sabéis de quien se acordó?. De un maestro. de un maestro especial, el señor Germain. Y le escribió una carta: "Esperé que se apagara un poco el ruido que había rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero, cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que yo era, sin su esperanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que conceda demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de

Y QUIÉN SE IRÁ MAÑANA

Si a uno le falta un elemental sentido de lo que es justo e injusto, mejor que no se haga profesor. Lo digo por todo el tiempo que gastamos pensando en tratar por igual a todos los alumnos, el mismo examen, preguntas de idéntica dificultad, mismas condiciones ambientales y de humedad relativa... cuando eso es lo más injusto que se puede hacer. Unai se marcha del Instituto porque sus padres estan cansados de tener que hablar con cada profesor cada año para pedirle que a la hora de evaluar los conocimientos de Unai tengan en cuenta que es disléxico. Y porque están cansados de que la respuesta dependa de cómo entienda cada profesor su trabajo. Y porque están cansados de escuchar que hacerle los exámenes orales es darle ventaja con respecto a sus compañeros. Y porque están cansados de contestar que primero fue la vida, la puta vida, la que colocó a Unai con desventaja con respecto a sus compañeros. A veces pensamos que somos lo único que hará que los alumnos se encuentren en condicione

Tener un buen maestro es un regalo de la vida

"Nunca olvidamos a quien nos enseña bien lo que es verdadero y bueno. Nos inicia en una forma de relación con lo sabido, para que sea parte constitutiva de quienes somos. Es cierto, se insiste, “hay que aprender a aprender”, pero no hemos de olvidar que hay que enseñar a aprender . Alguien ya dijo que enseñar es dejar aprender. Y ese dejar no es una pasividad, es una creación de posibilidades propias para cada cual, apropiadas.  En realidad, ello distingue al buen profesor, al buen educador. Tener un maestro, disfrutar de la dicha de un buen maestro es un regalo de la vida y hemos de reconocerlo con agradecimiento y con sencillez. Lo hemos necesitado y lo necesitamos" Cuando leo a Gabilondo hablar de maestros, me doy cuenta de que fue un lujo desaprovechado tenerolo como Ministro de Educación. Qué pena. La que nos espera con Wert. http://blogs.elpais.com/el-salto-del-angel/2012/02/la-necesidad-de-ensenar.html

Sueños truncados

Al ver a maestros frustrados me suelo preguntar cuantos de ellos no son sueños truncados que terminan en la escuela. Y también me pregunto cuantos sueños truncarán los maestros frustrados por ser sueños truncados. David Safier, en su novela "Yo, mi, me... contigo" (Seix Barral, Barcelona, 2011) cuenta una historia de sueños y frustraciones. Me había hecho maestra por vergüenza. En realidad, mi sueño había sido escribir musicales desde que, a los siete años, había visto La sirenita y había oído a Sebastián, el cangrejo, cantar bajo el mar . Luego, a los quince, escribí mi primer musical. Se titulaba Luna lobuna y trataba de una muchacha que se enamoraba de un hombre lobo y cantaba con él el gran dúo final de la obra: "El amor que nuestro corazón acuna / es mucho más grande que la luna" (lo dicho, tenía quince años). Por desgracia, le enseñé el musical a mi profesor de Lengua, que opinó que yo tenía más posibilidades de viajar a Marte que de escribir musicale