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Profesores en dilema: ¿vida o academia?

A mi hijo Andoni le quedan poco más de dos años para terminar la enseñanza (secundaria) obligatoria y otros dos años, luz en este caso, para aprender a vivir.

De lo cual somos culpables yo y el sistema educativo formal en el que aprende cosas.

Por lo que a este respecta, y metiendo el dedo en el ojo a todos los colegas que vivis obsesionados por terminar el programa como sea, os cito lo que dice Philippe Perrenaud: "nuestros problemas reales tienen que ver con la psicología (relaciones interpersonales, conflictos, enamoramientos y rupturas, depresiones, enfermedades, acosos, inseguridades, etc.); con la sociología (sistemas de representación política, elecciones, multicultura, pertenencia a grupos, trabajo en organizaciones, fenómenos sociales como el paro, la democracia, la globalización, etc.); con la economía (el mercado y sus vaivenes, las crisis económicas, las gestiones bancarias, los fenómenos familiares, la terciarización, etc.) y el derecho (matrimonios, nacimientos, transacciones, seguros, los propios derechos ante situaciones especiales, etc.). Nada de eso se aborda en la escuela obligatoria (tampoco en las etapas posteriores), y, sin embargo, constituyen elementos sustantivos para la supervivencia en la sociedad actual".

(De quien es y lo que hace Perrenaud me he enterado gracias al libro de Miguel A. y Ainhoa Zabalza, "Profesores y profesión docente", Narcea, 2011)

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Contra el pedagogismo

Lo mejor de la entrada de la innovación en la escuela es que los maestros descubrimos que las cosas se pueden hacer mejor, y no igual que siempre. Lo peor, que muchos acabamos pensando que todo lo nuevo es bueno, y que lo anterior es malo. Estábamos perdiendo el equilibrio y tocaba recolocarse. Este ensayo de Alberto Royo ayuda a recuperar el equilibrio.  Nos recuerda que la escuela está para enseñar y que a la escuela se va a aprender: " el profesor ha de servir al conocimiento, y ser la vía de transmisión hacia el alumno ".  Dos cosas que se nos estaban olvidando, de tanto poner la felicidad en el apartado de los objetivos de la escuela, y de tanto subrayar que al maestro le toca sacar (de no se sabe qué parte de los alumnos lo que estos ya sabían pero no sabían que sabían) y no meter (en ellos, el conocimiento que no tenían). ¿Que cuánto tiene que saber un maestro? Mucho. ¿Que como tiene que transmitirlo? Muy bien. Usando la metodología que mejor se adapta a cada momento.

La era que vivimos.

Que el tiempo humano se mide en rachas, y no en años, es una evidencia. Pese a ello, muchas personas -en realidad, casi todas-, celebran el comienzo de año nuevo como si se abriera una etapa nueva en su vida, o en la de los demás. Algunos profesores y algunas profesoras, y también directores y directoras, viven el tiempo como una repetición del ciclo septiembre-junio. Siempre igual, siempre lo mismo. Vete tú a hablarles de previsión, y de planes. Yo quiero ser fiel a la realidad, y mido mi vida en rachas. Pese a ello, en cada Nochevieja tomo las uvas y beso a los míos, porque los quiero, y los veo felices.  La racha en la que estoy empezó con la pandemia, en 2020, y no es la mejor de las que he vivido. En realidad, más que una racha, tengo la sensación de estar viviendo una era. No veo su final. Pero estar, está.

Cabeza y mundo

La cabeza de los seres humanos no siempre está completamente de acuerdo con el mundo en que viven (Saramago, Ensayo sobre la lucidez, página 170). Eso explica que, tres semanas después de la tarde del 20 de agosto, Rubiales no sepa todavía qué hizo tan mal. Eso explica que, pasadas dos semanas de la Asamblea Extraordinaria de la RFEF, Luis de la Fuente siga creyendo que no hay razones para dejar de ser seleccionador. Eso explica que, mes y medio después de las elecciones del 23 de julio, Núñez Feijoo diga que lo democrático es, solo, que se deje gobernar al partido más votado. Solo son tres ejemplos de cómo cabeza de algunos y mundo de todos habitan en lugares distintos. Muchas personas piensan que las cosas son lo que no son (a lo mejor son lo que eran en el momento en el que dejaron de pensar), y eso solo puede provocar dos cosas: a ellas, que vayan por donde no hay salida, o que estén donde no les toca. Y a los demás, algo de vergüenza. Como soy maestro, concluyo que la escuela deb