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Mostrando entradas de mayo, 2014

¿Dónde está Eslovenia?

Si las familias de nuestros alumnos siguen las noticias, en lo relativo a la educación no reciben más que imputs negativos: O sea, malos rollos. Oyen que en España la educación es un desastre, que el fracaso escolar es altísimo y que en la clasificación mundial de enseñanza estamos decimoséptimos, o por ahí, detrás de Eslovenia, que a ver quien sabe dónde está Eslovenia. Además, escuchan a los profesores quejarse. Y a algunos los ven manifestarse detrás de una pancarta los miércoles a la puerta del Colegio. Si encima sus hijos sacan malas notas, ¿qué noticias buenas tienen de la escuela? ¿No habrá que hacer algo? ¿Por qué no nos replanteamos desde la escuela nuestra relación con las familias? ¿Por qué no les reunimos para decirles que, oigan lo que oigan de la LOMCE, de Wert, de las becas, y de PISA, nosotros estamos encantados de ser maestros y tenemos un proyecto estupendo para ellos y sus hijos?

¿En qué escuela caben los que saben?

Como si quisiera responder a mi post de hace unos días, Jose María Romera escribe en El Correo del viernes 25 de abril acerca de competencias docentes. "Un buen profesor - dice Romera- debe saber de lo suyo, sean matemáticas, literatura, biología o griego (...) Los que más saben son los que mejor enseñan, entre otras cosas porque transmiten el amor por el conocimiento". Ojalá, digo yo. Ojalá los que saben transmitan amor por saber. No siempre es así. Saber no implica saber enseñar. Saber mucho debiera ser el primer paso para darse uno cuenta de que, en realidad, sabe más bien poco. Esa humildad intelectual le llevaría después a seguir estudiando siempre. Para aprender el camino por el que se conquistan las ganas de aprender de los demás (no olvidemos que no todos los niños vienen con ellas de casa). La aportación de Romera, sin embargo, apunta a una realidad sangrante: si lo primero es el cómo, a ver que pasa con el qué. Si poder dar la clase de sociales en inglés, o