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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Gracias, Deusto

Me voy haciendo mayor. Me doy cuenta porque voy diciendo la expresión "vuelvo a casa", referida a cada vez más cosas: Bilbao, Madrid, Jesús - María, Deusto... Precisamente desde el Instituto Deusto de Drogodependencias me invitaron a cerrar la jornada de trabajo del lunes pasado, en la que presentaban el Manual de Buenas Prácticas para la prevención en la escuela. La antigua Filmoteca, en la que acumulé algunas horas de ausencia a clase, es ahora la Sala Gárate, en la que tuvo lugar el encuentro. Volver a casa es una suerte de las más grandes. Primero, porque conecta con una parte de tu pasado que explica algunos presentes. Y volver a la casa donde aprendiste te da ocasión de volver a aprender. En este caso, del trabajo de Etorkintza y de tantas personas que se acercan a la escuela para contribuir con su esfuerzo al bien en el que se empeñan las personas de bien. Juntos compartimos que los profesores deben ser buenos modelos de referencia, y que los profesores excelente

Personas que cambian personas

Las personas que nos cruzamos en el camino que es la vida (camino sinuoso, pardiez!) son de dos tipos. Por un lado, están aquellas con las que uno se encuentra y no pasa nada. Y por otro, aquellas que hacen que, cuando te cruzas con ellas, en la vida de uno pasen cosas. Y ya no puede seguir caminando igual. El tiempo que se comparta con ellas no influye en la clasificación. Puede uno compartir horas y años con alguien y no pasar nada. Y puede uno compartir dos horas escasas, o dos días, igual de escasos, o dos cartas bien exiguas, con alguien que hace que ya no pueda seguir caminando igual. Como cuando alguien se enamora de tí. O como cuando eres maestro y escuchas a Abilio de Gregorio, castellano de Salamanca, profesor, que dice que es verdad que los padres tienen derecho a tener hijos, sí, pero que una vez que están aquí prevalece el derecho de los hijos a tener padres. Y maestros (esto lo añado yo). Que dice que creer a un maestro es importante, si, incluso necesario, pero qu

Cambiar la mirada

Me acuerdo de un profesor que afrontaba la reunión con los padres de principio de curso como un sacrificio, sabiendo que no era lo suyo. Que “lo suyo” era dar clase. Para eso se había hecho profesor, precisamente.  La reunión la preparaban otros, que le indicaban lo que tenía que decir: que si el horario, que si las normas, que si las fechas de examen, que si las salidas fuera del Colegio… Ni los otros ni él se preocupaban de cómo hacerlo. Al parecer no era importante. Un día un amigo suyo se metió en una de esas reuniones, y al acabar, mientras tomaban una cerveza, le preguntó a ver por qué dejaba fuera del aula su encanto personal, a ver por qué interpretaba. Le dijo que delante de aquellos adultos, él aparecía como un mandado, como una persona aburrida, mal comunicador y poco dinámico. A un padre que estaba al lado le oyó comentar "no me extraña que se duerman los chavales en clase..."  Y tomó la decisión de aprender a conducir reuniones. Y empezaba las que tení