Las personas que nos cruzamos en el camino que es la vida (camino sinuoso, pardiez!) son de dos tipos. Por un lado, están aquellas con las que uno se encuentra y no pasa nada. Y por otro, aquellas que hacen que, cuando te cruzas con ellas, en la vida de uno pasen cosas. Y ya no puede seguir caminando igual.
El tiempo que se comparta con ellas no influye en la clasificación. Puede uno compartir horas y años con alguien y no pasar nada. Y puede uno compartir dos horas escasas, o dos días, igual de escasos, o dos cartas bien exiguas, con alguien que hace que ya no pueda seguir caminando igual. Como cuando alguien se enamora de tí.
O como cuando eres maestro y escuchas a Abilio de Gregorio, castellano de Salamanca, profesor, que dice que es verdad que los padres tienen derecho a tener hijos, sí, pero que una vez que están aquí prevalece el derecho de los hijos a tener padres. Y maestros (esto lo añado yo).
Que dice que creer a un maestro es importante, si, incluso necesario, pero que tiene más valor creer en un maestro (la vida, además de un camino, es también un juego que consiste en poner bien la preposición).
Que dice que cuando hay pasión por la verdad, uno no se casa con ninguna metodología ("esto siempre se ha hecho así") para enseñar lo único que hay que enseñar: que la verdad existe, y que vivir es buscarla con pasión, y cuando se encuentra, dejarse poseer por ella.
Gracias y hasta pronto, Abilio.
El tiempo que se comparta con ellas no influye en la clasificación. Puede uno compartir horas y años con alguien y no pasar nada. Y puede uno compartir dos horas escasas, o dos días, igual de escasos, o dos cartas bien exiguas, con alguien que hace que ya no pueda seguir caminando igual. Como cuando alguien se enamora de tí.
O como cuando eres maestro y escuchas a Abilio de Gregorio, castellano de Salamanca, profesor, que dice que es verdad que los padres tienen derecho a tener hijos, sí, pero que una vez que están aquí prevalece el derecho de los hijos a tener padres. Y maestros (esto lo añado yo).
Que dice que creer a un maestro es importante, si, incluso necesario, pero que tiene más valor creer en un maestro (la vida, además de un camino, es también un juego que consiste en poner bien la preposición).
Que dice que cuando hay pasión por la verdad, uno no se casa con ninguna metodología ("esto siempre se ha hecho así") para enseñar lo único que hay que enseñar: que la verdad existe, y que vivir es buscarla con pasión, y cuando se encuentra, dejarse poseer por ella.
Gracias y hasta pronto, Abilio.
Inconmensurable Abilio. Es decir, sin medida lo que dice y el eco que en el pozo ese que es mi alma de maestro dejan sus palabras.
ResponderEliminarGracias Pedro.