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Mostrando entradas de 2019

Limpiar culos

Nadie debería ir con el culo sucio por ahí, qué indignidad. Y los maestros, en las aulas del primer ciclo de Infantil, y los cuidadores de los mayores y dependientes, en las casas y en las residencias, devuelven a cada rato a las personas su dignidad, con sus manos, limpiando culos. Y mocos. Y sangre. Y orines. Muchas veces les dan las gracias. Pero otras veces reciben menosprecio. Menospreciar a quien hace tanto por los otros es una indecencia, pero hacerlo desde el comedor de profesores o desde el equipo directivo del colegio debería ser delito: que si para limpiar culos tampoco hace falta saber tanto, y que si no vienen a reuniones de contenido pedagógico no pasa nada, porque qué pedagogía ni qué nada, con un añito que tienen los críos... Estoy trabajando en un dispositivo que haga que la tierra se abra debajo de quien diga estas cosas, se los trague, y luego los escupa bien lejos, con el culo sucio y sin un papel a mano.

Memoria, cine, juicios y prejuicios

Me llama mi hija Ana (24 años) para hablarme del 12 de octubre de 1936. De Salamanca, de Unamuno y de Millán Astray. De Franco y la Guerra Civil. Me llama mi hija para hablarme de España. La culpa la tiene Amenábar, el arte, el cine, y también las ganas de saber. Y me dice que lo peor es que hayan tenido que pasar 24 años, los suyos, para caer en la cuenta de cosas trascendentales. Pasados que explican presentes y futuros. Se pregunta cuántas cosas más no sabe. Le digo que casi todo, todavía, y que eso es lo bueno. Y que para seguir el camino empezado lea esta joya de Miguel de Lucas . El día que Ana no quiera saber estará muerta. Con ella se habrá muerto la inteligencia y habrá ganado Millan Astray. Igual que pasa cada día en cada esquina del mundo cuando un hombre o una mujer, para evitar lo fatigoso que es hacerse preguntas, buscar respuestas y elaborar un juicio, se queda con los prejuicios.

Ficción y verdad. El camino y el destino.

Las "21 lecciones para el siglo XXI", de Yuval Noah Harari, es un libro de lectura obligatoria para los ciudadanos del mundo. En particular, para los que dedican a la enseñanza. Dice que algunas noticias falsas duran hasta 700 años, y otras, para siempre. Cuando lo leía, pensaba yo que, precisamente por esa durabilidad de la mentira, la escuela tiene quehacer, también, para siempre. También la escuela cristiana. Para que los niños conozcan que Eva no tuvo tratos con ninguna serpiente, entre otras cosas. La ficción no es enemiga de la verdad. Y a veces, es el mejor camino para llegar a ella, porque la verdad no cabe en lo real. Los cuentos, y las historias, están entre las herramientas más eficaces que ha creado la humanidad. Por eso los maestros tienen que contar historias (la de Adan y Eva, entre otras muchas, para hablar de cómo las personas solemos hacer el mal que no queremos y no hacer el bien que queremos) y contar la Historia (la del origen de la Humanidad, p

Cuatro competencias. Ni una más.

Los directores de los colegios llevan años preguntándose por las competencias que tienen que tener los profesores. Han elaborado decenas de mapas. Uno cada institución, porque pensaban que el profesor de una escuela tiene que ser, al menos en una parte importante, diferente del profesor de otra escuela. Y cada mapa, ocho competencias, diez, doce, catorce, hala! Me sorprendió ver que Harvard - me lo recordaron Olga y Lourdes en su "Influencers educativos" -solo pide cuatro cosas a sus profesores: que puedan desempeñar diferentes roles, que sean transversales y multidisciplinarios, que estén preparados para retos desconocidos, y que no consideren absurda ninguna pregunta. Ya está. ¿A que lo podéis memorizar? Pues esa era la primera de las condiciones del mapa, que a cualquier profesor le cupiera en la memoria la respuesta al cómo tienes que ser. A pensar.

Cambiar las creencias

Irrumpió en el despacho de la directora diciendo que tenía que subir al recibidor, que la estaban humillando y que ella no estaba dispuesta a pasar por aquello. Dirigió la mirada hacia la puerta y preguntó: - ¿Que ha pasado? (error número 1, ¿a quién se le ocurre preguntar qué ha pasado a una persona que está tan enfadada que no puede contar lo que ha pasado sino lo que está sintiendo?) - ¡Ya te lo he dicho! Hay una madre que está poniendo en tela de juicio mi trabajo y quiero que subas a defenderlo, que creo que es lo que tiene que hacer una directora. Subió (error número 2, no intentar calmar a la profesora). Con la profesora (error número 3, considerar que una directora es, por encima de todo lo demás, el "primo de Zumosol" de los profesores que se sienten humillados). Y se encontró en el recibidor con una mujer asustada, que terminaba de secarse las lágrimas y a la que la profesora retaba a que repitiera delante de la directora lo que acababa de decirle a ella

Papeles y personas

- “El mayor miedo que tengo es que no se me da bien el papeleo”, suelen decirme las personas cuando aceptan  ser Jefe de Estudios (ver algunas mesas de directores de colegios hace que las cosas se vean así). - No es necesario, suelo pensar.  Con que se te den bien las personas...  Algo no anda bien cuando buscamos a los directivos entre las personas organizadas, eficientes, y rigurosas en el trabajo y no entre los que mejor entienden el alma humana. ¿No?

Estar a la altura

- “Espero estar a la altura”, suelen decirme las personas cuando aceptan  ser Jefe de Estudios. No es necesario, suelo pensar.  Es m ás, casi prefiero que estés “a la bajura”. Que pienses antes en los demás que en ti. Que mires la parte de abajo del dichoso (1) organigrama del Colegio, donde pone "(Claustro de) profesores" y  que te preguntes qué necesitan de ti.  O qué necesitan que seas para ellos. Mejor eso que preguntarte qué hay que hacer para no bajar el listón del lugar en el que lo dejó el anterior.  O de cuáles son las funciones del Jefe de Estudios. (1) cuánto  daño han hecho los organigramas jerárquicos a nuestra percepción de dónde están las personas, y de cuál es nuestro sitio en el colegio cuando llegamos a un cargo directivo!!

Leer señales

Acabo de terminar "Formas de estar lejos", de Edurne Portela. Dice que la nieve es una forma de estar lejos de donde no quieres estar, cuando no puedes coger un avión y meter 5000 kilómetros entre quien te quiere mal y tú. El silencio es otra forma de estar lejos, aunque la nieve y el silencio vienen a ser casi la misma cosa. Y estar convencida de que una vale más de lo que nos dicen los que nos maltratan es otra forma más de estar lejos de ellos. Aunque estén ahí. Luego está el lorazepam, pero no la cuento. La novela habla de lo importante que es leer señales. Darnos cuenta de que todo lo que ocurre ya estaba ocurriendo. Eso no se enseña en la escuela, y hay pocos padres que lo enseñan. Nos enseñan a leer letras, pero no señales. Y así nos va, sin entender nada, que nos sorprende lo que nos pasa y lo que no pasa. Cuando, de haber mirado, de haber cogido perspectiva, de haber guardado silencio, de haber estado a la distancia justa, habríamos visto y oído.

La distancia justa

Ernö Friedmann y Gerda Taro, húngaro él y alemana ella, son Robert Capa. Esta fotografía suya, "muerte de un miliciano español", situada en la Guerra Civil, se hizo muy famosa en todo el mundo. Sobre si la foto es un montaje o no se ha escrito bastante. Si es verdad o no es verdad que en ese instante moría una persona, no se sabe. Aunque sea un montaje, lo que muestra la foto es verdad. Pero esa es otra cuestión y la dejo para otro día. Lo que sí es verdad es que Ernö y Gerda, Robert Capa, dijeron que "si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no te has acercado lo suficiente". La distancia justa, otra vez. Eso tan difícil de medir y tan importante. Lo que separa el éxito del fracaso. Se lo suelo decir a los maestros: que si sus clases no son lo suficientemente buenas, es que no se han acercado lo suficiente. A lo mejor. Que estando muy cerca del programa, o de sus otras preocupaciones, no se han acercado lo suficiente a los niños y niñas.

Democracia: todo por hacer

Me llamaron del aula social de una parroquia del centro de Bilbao para hablar de la importancia de participar en las elecciones, de votar. Se me ocurrió contarles un cuento, que tomé prestado del libro de Eloy Moreno "Cuentos para entender el mundo 2" Dos amigos, tras varios años estudiando y trabajando en un taller, habían finalizado su formación para convertirse en zapateros. Hablaban ahora de cumplir su gran sueño: montar cada uno de ellos su propio negocio. Pero como en su ciudad ya había muchos establecimientos que vendían y reparaban calzado, decidieron buscar otro lugar. Se rumoreaba que existía una isla lejana en la que aún no había abierto ninguna zapatería. Así que decidieron cada uno de ellos montar su propio negocio allí. Tras casi un año de vida en la isla, ambos volvieron para hacer una visita a sus respectivas familias. El primero de ellos, en cuando llegó a casa de sus padres, entró triste y desolado. - Hola, hijo -le recibieron- pero... ¿qué ocurre?

Si cambias tú, cambia todo

No sé si sabéis que los colegios los dirigen los maestros y maestras. En lugar de ir a las escuelas de negocios o a las facultades de empresariales a buscar gestores, se va al Claustro, y alguien elige a alguien, profesor el uno, profesor el otro. Y al acabar el nombramiento, vuelven al aula. Es la única profesión en la que uno hace el trayecto empleado - jefe - empleado sin que el viaje de vuelta se entienda como una defenestración. Más bien, la mayoría lo viven como una liberación. Maria es una de esas personas. Aunque estaba contenta de volver a sus clases, los problemas aparecieron pronto: sabía muchas cosas sobre el desempeño profesional de sus compañeros y compañeras, a varios de ellos les tuvo que llamar la atención varias veces y tomó unas cuantas decisiones que fueron contestadas. Maria empezó a notar cosas: cuando entraba a la sala de profesores había silencios y cambios de tema, y se empezaba a quedar fuera de algunos círculos de relación. Y vivió muy mal que la nombra

Entender para contar

Anda la gente en mi país en la cosa del relato. Intentan construir uno acerca de lo que ocurrió entre nosotros en la segunda mitad del siglo XX. Como si tocara ya incorporar lo que Iban Zaldua llama "la cosa" a la Historia que contaremos a los que vienen detrás. Una Historia con su principio y su final, como todas las historias. Yo he decidido parar y leer. Parar y ver.  Leer los relatos de Iban Zaldua, Edurne Portela, Jokin Muñoz, José M. Fajardo, González Sainz, Anjel Lertxundi y Fernando Aramburu. Para empezar. Y ver otra vez "Negociador", "Tiro en la cabeza", "Asier eta biok", "Echavarriatik Etxeberriara" o "La muerte de Mikel" A ver si empiezo a entender lo que viví. Y del relato ya hablamos luego.

Maestros... ¿profesionales o artistas?

Los profesores tenemos que leer porque, de no hacerlo, nos perderíamos, entre otras muchas cosas, el mundo que ha creado Eduardo Mendoza, sin el que es imposible entender lo que vivimos a finales del siglo XX. O sea, ayer. "El rey recibe" es una historia de la Transición, que me volvió a hacer pensar en si los profesores son profesionales o son artistas. Los profesionales, cuando se encuentran con otros colegas, en un Congreso, o en unas jornadas de formación, buscan contenidos, o herramientas. Cosas útiles, vamos. Los artistas, en cambio, buscan inspiración (que es más útil, por otra parte, de lo que ningún profesional puede llegar a pensar). Y cada vez que me pongo a trabajar delante de un grupo de profesores, me pregunto lo mismo: ¿delante de quiénes estoy, profesionales o artistas? Mendoza lo dice así (El rey recibe, Seix Barral, página 263). "el profesional, el buen profesional, competente y honrado, se adapta a las normas de su actividad y trata de

Dar el perfil

"No da el perfil", escucho decir, algunas veces. cuando hablamos de personas que podrían desempeñar tareas de dirección en una escuela. Dibujar el perfil del director o directora de un colegio no es fácil. Sobre todo, si quieres hacerlo bien, huyendo de los tópicos que los buscan entre las personas organizadas y metódicas, con experiencia, con habilidad para la toma de decisiones... Por eso busco el perfil fuera de la escuela, siempre, y escucho lo que otros piden a quienes lideran los proyectos. Esto es lo que Pablo Simón, politólogo, profesor de la Universidad Carlos III y divulgador excepcional, entiende que debe contener el perfil de "El príncipe moderno" (Editorial Debate, Barcelona, 2018, página 264). Veamos. No creo que se requiera de él una gran formación, ni ser docto en muchos campos, pues el conocimiento corre el riesgo de entorpecer la acción intuitiva de la política.  Tampoco es recomendable tener en él a un fanático, alguien de ideas dur

De fácil, nada.

Una vez, hace muchos años, fui testigo en Bilbao de un accidente. Y me tomó declaración un agente de la Policía Municipal. Profesional y amable. Bilbao es muy pequeño, y a los pocos meses de aquello, cuando me cambié de asiento en San Mamés, me encontré con que ese agente tenía el suyo en la fila anterior, muy cerca de mí. Estábamos en los noventa, y yo peleaba a mi manera contra el silencio en torno a "La Cosa" (así es como Iban Zaldua -"Como si todo hubiera pasado", Galaxia Gutenberg, Barcelona 2018- y sus amigos llaman al conflicto vasco). Echaba algunas horas en la Asociación Pro Derechos Humanos del País Vasco, que por entonces puso en marcha la campaña "ya no me callo". La iniciativa consistía en enviar masivamente a las sedes de Herri Batasuna tarjetas en las que aparecía escrita la frase "ya no me callo", pidiéndole que las enviara a la banda armada. Del entorno de la izquierda abertzale salió la contra-campaña: "ya no me callo

Nos educaron unos enfermos

Estudié la EGB entre la Escuela Parroquial de San Vicente Mártir, en Bilbao, y los Salesianos de Deusto. La mitad en un sitio y la otra mitad en el otro. Entre septiembre de 1970 y junio de 1978. Muchos de los que me educaron eran unos enfermos. Me dieron hostias como panes. Aunque muchas menos que a mis compañeros que iban mal en los estudios, o que no estudiaban. Golpear no formaba parte de las rutinas diarias. Golpear era el sistema que empleaban. Y quienes enseñaban y aprendían (?) allá, lo integraban. Aquellos, como necesario. Estos, como normal. Luego blanqueé aquellas barbaridades. Para subrayar la tesis de que los padres y madres, ahora, protegen en exceso a los hijos, recurrí a aquello de que "antes, si venías diciendo que te había pegado el profesor, tu padre te pegaba otra vez". Siento vergüenza por la pobreza del argumento, por las veces que lo he utilizado y por las veces que lo he escuchado sin rebatirlo. No sé si es verdad que olvidamos lo que nos hac

Hablando se entiende la gente, aunque no siempre

Decimos muchas veces a los niños en la escuela que los problemas se arreglan hablando, y no a patadas. Lo hacemos porque creemos que "hablando se entiende la gente". Pero esa es una verdad a medias. A veces, las palabras hacen que la gente se entienda, y otras veces, otras muchas veces, no. Todos los que trabajamos con personas sabemos de la dificultad de entendernos al hablar. Incluso después de que abandonen la sala las que van dispuestas a que el diálogo no avance un milímetro si no se les da la razón o las que van con la misión de que no se apruebe ni el acta de la reunión anterior. Y por eso, porque hablar es un arte, y no todos lo dominamos, recurrimos en ocasiones a hombres y mujeres cuya competencia es la de facilitar el diálogo entre las demás personas. Ayudan a cuestionar creencias, incluida la creencia de que hablando se entiende la gente, a aparcar prejuicios, a crear complicidades, a ver puntos de encuentro... Ellos sí son unos verdaderos artistas del habla

La obsesión por los barcos

La mayoría de las personas que conozco no navegan. Ni a motor, ni a vela ni a remo. Alguna vez se suben a un barco, pero están más pendientes del aperitivo que les sirven, o de no marearse, que de los aparejos, del rumbo o del viento. Sin embargo, muchas de esas personas, directores, entrenadores o presidentes, usan con profusión expresiones como "estamos todos en el mismo barco", o "tenemos que remar todos juntos" cuando se dirigen a las personas para pedirles implicación, compromiso o trabajo en equipo. No sé que fuerza esperan que tengan esas expresiones cuando llegan a oídos de personas que, también en su mayoría, no han cogido un remo en su vida. Yo desconecto. Si no saben motivar más que con efectos navales, es que no pueden liderar. Y además, normalmente, el argumento está mal traído. Porque no todo es remar más fuerte (esfuerzo personal) ni con el mismo ritmo o en la misma dirección (trabajo en equipo), sino de sentir. En el mar, la embarcació

Las creencias, o el mar congelado que tenemos dentro

Los profesores tienen que leer. Leer mucho. Miles de páginas al año. De libros y de revistas y de periódicos. Si quieren enseñar el mundo, claro. Si no, basta con que lean los exámenes de sus alumnos y los e-mails del correo interno del Colegio. Yo animo a leer, a ser posible, páginas que contengan ideas diferentes a las de uno. Primero, porque los profesores son los que tienen que enseñar a cuestionar las creencias, y conviene empezar por uno mismo. Y segundo, para poder pensar. Pensar es eso tan saludable que retrasa el envejecimiento mental y a la vez te aleja de los extremos, donde habitan los que piensan poco, o piensan solo de lo suyo. Steiner (Lenguaje y silencio: Ensayos sobre la literatura, el lenguaje y lo inhumano, Barcelona, Gedisa, 2013) cita a Kafka: "si el libro que leemos no nos despierta como un puño que nos golpeara en el cráneo, ¿para qué lo leemos? ¿Para que nos haga felices? Dios mío, también seríamos felices si no tuviéramos libros, y podríamos, si fu