No sé si sabéis que los colegios los dirigen los maestros y maestras. En lugar de ir a las escuelas de negocios o a las facultades de empresariales a buscar gestores, se va al Claustro, y alguien elige a alguien, profesor el uno, profesor el otro.
Y al acabar el nombramiento, vuelven al aula. Es la única profesión en la que uno hace el trayecto empleado - jefe - empleado sin que el viaje de vuelta se entienda como una defenestración. Más bien, la mayoría lo viven como una liberación.
Maria es una de esas personas. Aunque estaba contenta de volver a sus clases, los problemas aparecieron pronto: sabía muchas cosas sobre el desempeño profesional de sus compañeros y compañeras, a varios de ellos les tuvo que llamar la atención varias veces y tomó unas cuantas decisiones que fueron contestadas.
Maria empezó a notar cosas: cuando entraba a la sala de profesores había silencios y cambios de tema, y se empezaba a quedar fuera de algunos círculos de relación. Y vivió muy mal que la nombraran tutora de otro grupo y la separaran de los que llamaba "sus" alumnos.
Paró, porque así no podía seguir. Y se inscribió en un curso de coaching educativo. No porque se lo pidiera la dirección, sino porque le había animado a hacerlo una persona que la quería un montón. Por el puro placer de aprender dedicándose un tiempo de calidad a una misma.
Una día que visitaba el colegio quise hablar con ella, porque sabía que no estaba bien. Y me dijo que de eso nada. Que estaba volviendo a encajar en su tarea de tutora y de maestra. Que aunque el primer año lo había pasado mal, viendo cosas raras en todos lados y como sin sitio en el Colegio, las cosas estaban mejor. Mejor incluso que antes de entrar al Equipo de Dirección.
- ¿Y qué ha cambiado?, le pregunté.
- Yo, me contestó. Ahora veo las cosas de otra manera
(me fui pensando que era porque había cambiado la mirada)
Me acordé de María leyendo a Imanol Ibarrondo.
Que nos explica que no podemos separar la realidad del observador. Que si cambias tú, que miras, cambia todo.
Y al acabar el nombramiento, vuelven al aula. Es la única profesión en la que uno hace el trayecto empleado - jefe - empleado sin que el viaje de vuelta se entienda como una defenestración. Más bien, la mayoría lo viven como una liberación.
Maria es una de esas personas. Aunque estaba contenta de volver a sus clases, los problemas aparecieron pronto: sabía muchas cosas sobre el desempeño profesional de sus compañeros y compañeras, a varios de ellos les tuvo que llamar la atención varias veces y tomó unas cuantas decisiones que fueron contestadas.
Maria empezó a notar cosas: cuando entraba a la sala de profesores había silencios y cambios de tema, y se empezaba a quedar fuera de algunos círculos de relación. Y vivió muy mal que la nombraran tutora de otro grupo y la separaran de los que llamaba "sus" alumnos.
Paró, porque así no podía seguir. Y se inscribió en un curso de coaching educativo. No porque se lo pidiera la dirección, sino porque le había animado a hacerlo una persona que la quería un montón. Por el puro placer de aprender dedicándose un tiempo de calidad a una misma.
Una día que visitaba el colegio quise hablar con ella, porque sabía que no estaba bien. Y me dijo que de eso nada. Que estaba volviendo a encajar en su tarea de tutora y de maestra. Que aunque el primer año lo había pasado mal, viendo cosas raras en todos lados y como sin sitio en el Colegio, las cosas estaban mejor. Mejor incluso que antes de entrar al Equipo de Dirección.
- ¿Y qué ha cambiado?, le pregunté.
- Yo, me contestó. Ahora veo las cosas de otra manera
(me fui pensando que era porque había cambiado la mirada)
Me acordé de María leyendo a Imanol Ibarrondo.
Que nos explica que no podemos separar la realidad del observador. Que si cambias tú, que miras, cambia todo.
Ya, cuánta razón tienes. Pero tampoco estaría mal que cambiasen los compañeros y además de agradecer el trabajo realizado, se le pusiera más fácil al que le toca hacerlo y luego al dejarlo.
ResponderEliminarNo, no estaría mal. Pero hablaba de cosas posibles, y cambiar a los demás, que además son muchos, no lo es. En cambio, cambiarme a mí, que soy yo solo, pues sí lo es.
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