Me llama mi hija Ana (24 años) para hablarme del 12 de octubre de 1936. De Salamanca, de Unamuno y de Millán Astray. De Franco y la Guerra Civil. Me llama mi hija para hablarme de España. La culpa la tiene Amenábar, el arte, el cine, y también las ganas de saber. Y me dice que lo peor es que hayan tenido que pasar 24 años, los suyos, para caer en la cuenta de cosas trascendentales. Pasados que explican presentes y futuros. Se pregunta cuántas cosas más no sabe. Le digo que casi todo, todavía, y que eso es lo bueno. Y que para seguir el camino empezado lea esta joya de Miguel de Lucas . El día que Ana no quiera saber estará muerta. Con ella se habrá muerto la inteligencia y habrá ganado Millan Astray. Igual que pasa cada día en cada esquina del mundo cuando un hombre o una mujer, para evitar lo fatigoso que es hacerse preguntas, buscar respuestas y elaborar un juicio, se queda con los prejuicios.
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)