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Mostrando entradas de marzo, 2011

La educación es cosa de todos

Por sonreir, que es bueno en tardes de primavera, y porque cuando leí este párrafo solté una sonora carcajada que me liberó un poco de la tensión esa que provocan todos los esfuerzos serios y rigurosos, como el de andar buscando que las familias se impliquen más, "como antes", en la educación de sus hijos. Eduardo Mendoza, refiriéndose a la Barcelona de 1952, dice que "en aquella época, tan represiva en muchos sentidos, los niños no se habían convertido en objeto de análisis y en receptáculo de las proyecciones de los adultos, que se limitaban a fiscalizar la marcha de sus estudios y la estricta rectitud de su comportamiento, dejando el resto de su formación a los curas, a los amigos, a las putas o a quien se la quisiera dar" Eduardo Mendoza, Tres vidas de santos, Seix Barral, BCN 2009, pag 64

narradores

Lo más feo que he oído a un niño decir de su maestro es que no le entiende. A veces también dicen delante de sus padres que su maestra es una tonta, porque le ha chillado, o que es injusta, porque ha castigado a toda la clase, y él no había hecho nada. Cosas feísimas las dos, como podéis comprobar, pero no tanto como la primera: - aita, es que no le entiendo lo que dice. Los maestros tienen que ser narradores. Y no solo para serles interesantes a los niños, que no sería poco. Sino por fidelidad a la verdad. Dicen los clásicos que la escuela es transmisora de conocimientos, pero eso es mentira. Los conocimientos están al alcance de los niños en muchos otros sitios. La escuela tiene que transmitir la verdad. Y la verdad no cabe en lo real. Por eso necesitamos el mundo de la ficción: los cuentos y las novelas. Y por eso los maestros tienen que ser narradores. Y me extraña que no se lean cuentos en las escuelas más que a los niños muy pequeños, como le extraña a Martín Garzo que no