Por sonreir, que es bueno en tardes de primavera, y porque cuando leí este párrafo solté una sonora carcajada que me liberó un poco de la tensión esa que provocan todos los esfuerzos serios y rigurosos, como el de andar buscando que las familias se impliquen más, "como antes", en la educación de sus hijos. Eduardo Mendoza, refiriéndose a la Barcelona de 1952, dice que "en aquella época, tan represiva en muchos sentidos, los niños no se habían convertido en objeto de análisis y en receptáculo de las proyecciones de los adultos, que se limitaban a fiscalizar la marcha de sus estudios y la estricta rectitud de su comportamiento, dejando el resto de su formación a los curas, a los amigos, a las putas o a quien se la quisiera dar" Eduardo Mendoza, Tres vidas de santos, Seix Barral, BCN 2009, pag 64
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)