Aunque soy de Bilbao, y con eso debiera bastar, tengo que reconocer que muchas de las mejores cosas de mi vida me han pasado en Madrid. O cerca. Como este tiempo compartido con cincuenta y nueve profesores calasancios y con sus acompañantes. Los calasancios son unas personas extraordinarias, que piensan que educar es suscitar en los niños el amor a la verdad, porque es ella la que educa. Y que se meten cada día en las aulas y en los recibidores donde se encuentran con los padres, y en sus despachos, dispuestos a hacerlo realidad. Me contaron historias maravillosas de profesores que empezaban su clase con dos minutos de música clásica (a ver cuando pones otra vez a Schubert, que a mi me gustó La Trucha), aunque fuera de Mates (¿o porque era de Mates?), de profes de Historia que hacian dramatizar las lecciones, tú, de señor feudal, tú, de campesino, y tú, de rey, que la semana pasada hiciste de vasallo, y la anterior de caballo, que era peor. Y me hablaron de miedos y de ilusiones, muchas más ilusiones que miedo. Y ahí siguen, soñando hacer verdad aquello de dar un día, algún día, la clase perfecta. Pues ya sabéis: método. Y amor.
Lo mejor de la entrada de la innovación en la escuela es que los maestros descubrimos que las cosas se pueden hacer mejor, y no igual que siempre. Lo peor, que muchos acabamos pensando que todo lo nuevo es bueno, y que lo anterior es malo. Estábamos perdiendo el equilibrio y tocaba recolocarse. Este ensayo de Alberto Royo ayuda a recuperar el equilibrio. Nos recuerda que la escuela está para enseñar y que a la escuela se va a aprender: " el profesor ha de servir al conocimiento, y ser la vía de transmisión hacia el alumno ". Dos cosas que se nos estaban olvidando, de tanto poner la felicidad en el apartado de los objetivos de la escuela, y de tanto subrayar que al maestro le toca sacar (de no se sabe qué parte de los alumnos lo que estos ya sabían pero no sabían que sabían) y no meter (en ellos, el conocimiento que no tenían). ¿Que cuánto tiene que saber un maestro? Mucho. ¿Que como tiene que transmitirlo? Muy bien. Usando la metodología que mejor se adapta a cada momento.
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