Leo en El Correo de esta mañana que dice Mirari, veinteañera vizcaína, que ponen el foco en ellos, pero poco se dice de los mayores, y que no hay más que fijarse en cualquier terraza. También leo que dice Ander, de 18 años, gasteiztarra, que va a seguir yendo a los botellones. Que ya ha perdido muchos meses de vida.
Mirari y Ander nos están diciendo que han pasado dieciocho meses sin beber alcohol en la calle con sus amigos y sus amigas, y que no pueden más.
Mirari y Ander nos dicen que han pasado entre el 6% y el 10% de su vida sin litrar, y que eso se les hace insoportable.
Mirari y Ander dan por perdido el tiempo de vida de pandemia.
Mirari y Ander nos están diciendo que Maslow estaba confundido. Y que la necesidad de pertenencia, que él colocaba en mitad de su pirámide, está en realidad en la base, junto a las necesidades fisiológicas.
Mirari y Ander nos explican que nadie los va a sacar de la calle donde se relacionan bebiendo, ya mandemos a la Ertzaintza o al FBI.
Mirari y Ander nos dicen que no tenemos autoridad moral para poner normas ni para hacerlas cumplir.
Mirari, y Ander nos están diciendo, como nos recuerda Ayuso una y otra vez, que su libertad es el bien más importante. De su vida y de la nuestra.
Delante de estas cosas, habrá quien se pregunte dónde han estudiado Mirari y Ander. Yo, que por experiencia sé que una escuela se diferencia de otra escuela más por el estado del tejado que por los equipos de profesores, me pregunto, en cambio, dónde habremos estado sus padres y madres y tutores legales.
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