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De los errores se aprende lo que se aprende.

Que de los errores se aprende es un lugar común como otro cualquiera. Tan limitado como la mayoría. Sirve para llenar un hueco en una conversación de terraza, pero para casi nada más.

Es posible que los errores sirvan para aprender. Pero eso no impide que los errores, incluso los mismos errores, vuelvan a cometerse. Mira el rey Juan Carlos. Cuando lo del elefante salió diciendo aquello de "lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir". Y volvió a pasar. Nada relacionado con animales salvajes en Botswana, eso es verdad, pero sí con fechorías impropias de alguien que se presenta como modelo delante de una sociedad, y que han hecho que lo saquen del palacio y lo manden a vivir a casa de unos amigos árabes.

Alguno pensará que, dado que de los errores se aprende, a Unai Simón no se le volverá a escapar un control con el pie, pero no es verdad. Volverá a fallar. Y no porque sea fallón, sino porque es humano. Y por mucha atención que ponga, por mucha concentración que aplique, por mucho interés que tenga, le volverá a pasar. Y Morata volverá a fallar penaltis. Y a mí se me volverán a pegar las lentejas, y seguiré coleccionando multas por ir a 106 con el limite a 90. Y mi hijo volverá a suspender Matemáticas por no fijarse en los signos.

El error es más fuerte que la voluntad de no errar. Y lo que se aprende al hacerlos es a vivir con ellos sin martirizarse, no a no cometerlos.

Digo todas estas cosas para que no volváis a crear expectativas falsas a los alumnos y a las alumnas, ni a sus padres y madres, jamás. De los errores se aprende lo que se aprende. 

Y nada más.

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