Decía el otro día Sor Maria Jesús (gracias!!!) que la sensibilidad tiene que ver con la manera de mirar. Que los maestros tenemos que educar la mirada. La nuestra, no la de los alumnos.
Ya lo decía yo.
Así debía mirar Jesús. Porque algunas de sus palabras no dan para algunas de las consecuencias que producían en los demás.
A ver. Si tú estás hoy en tu mesa de funcionario de Hacienda revisando las declaraciones, como hacía Mateo en el evangelio, y se acerca un señor y te dice "ven y sigueme", no dejas tus declaraciones sin revisar, tus hijos sin recoger del Cole, tu hipoteca que la pague Rita, por ir detrás de él. Si estás el domingo pescando tranquilamente en Santoña, como hacían Pedro y Santiago, y viene uno a mirar lo que pescas y te dice que vayas y le sigas, que a partir de ahora vas a ver lo que vamos a pescar, le contestas que se vaya y te deje tranquilo, que te espanta los peces. Y si estás en la sala de profes del Instituto corrigiendo exámenes y entra un señor y te dice que le sigas, llamas a seguridad y pides que se lo lleven.
O hablando de cosas que nos pasan más: si tú te acercas a uno en clase y le dices, haz el ejercicio seis, y te contesta que no, a lo mejor tienes que considerar que el imperativo "haz" seguido del sintagma nominal "el ejercicio seis" no es suficiente para conseguir el efecto que persigue.
Eso lo tenía que tener bien estudiado Jesús, que sabía que debía acompañar a ese conjunto de dos verbos en imperativo unidos por una conjunción coordinante, ven y sígueme, de algo más.
Y como puede tener que ver con la mirada, hay que educar la mirada.
Y el tacto. El de las manos y el de las palabras, cuando llegan al oído.
Ya lo decía yo.
Así debía mirar Jesús. Porque algunas de sus palabras no dan para algunas de las consecuencias que producían en los demás.
A ver. Si tú estás hoy en tu mesa de funcionario de Hacienda revisando las declaraciones, como hacía Mateo en el evangelio, y se acerca un señor y te dice "ven y sigueme", no dejas tus declaraciones sin revisar, tus hijos sin recoger del Cole, tu hipoteca que la pague Rita, por ir detrás de él. Si estás el domingo pescando tranquilamente en Santoña, como hacían Pedro y Santiago, y viene uno a mirar lo que pescas y te dice que vayas y le sigas, que a partir de ahora vas a ver lo que vamos a pescar, le contestas que se vaya y te deje tranquilo, que te espanta los peces. Y si estás en la sala de profes del Instituto corrigiendo exámenes y entra un señor y te dice que le sigas, llamas a seguridad y pides que se lo lleven.
O hablando de cosas que nos pasan más: si tú te acercas a uno en clase y le dices, haz el ejercicio seis, y te contesta que no, a lo mejor tienes que considerar que el imperativo "haz" seguido del sintagma nominal "el ejercicio seis" no es suficiente para conseguir el efecto que persigue.
Eso lo tenía que tener bien estudiado Jesús, que sabía que debía acompañar a ese conjunto de dos verbos en imperativo unidos por una conjunción coordinante, ven y sígueme, de algo más.
Y como puede tener que ver con la mirada, hay que educar la mirada.
Y el tacto. El de las manos y el de las palabras, cuando llegan al oído.
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