Pasó a la historia el tiempo en el que el maestro se ganaba la autoridad con lo que sabía. De matemáticas o de lo que fuera.
Y ha llegado el tiempo en el que maestro se gana la autoridad con lo que escucha. A las personas y a lo que hacen las personas.
El problema es que vamos tarde, porque la escuela, y la labor educativa en general, ha subestimado el valor de la escucha. O la ha juzgado irrelevante (algunos profesores se quejaban de que la escuela que yo dirigía "escuchaba demasiado" a los alumnos, o a los padres y madres).
Ahora toca aprender el silencio, -el de Thomas Hood, aquel en el que ningún sonido puede ser, el mismo que interpretó Nyman en "El Piano"-. Toca aprender el "no saber" y el respeto al espacio del otro, sea niño, madre o compañero.
Yo aprendí a escuchar de mi padre, quien comprendía la autoridad de los espacios de silencio creados cuando escuchamos con todo el corazón puesto en prestar atención. Mi padre tenía una postura para escuchar, una forma consciente de obligarse a estarse quieto, enfocando su mente, inclinado hacia adelante... (Arthur Ciaramicoli, "El poder de la empatía", pags 95 y 96).
Podemos empezar por ahí.
Y ha llegado el tiempo en el que maestro se gana la autoridad con lo que escucha. A las personas y a lo que hacen las personas.
El problema es que vamos tarde, porque la escuela, y la labor educativa en general, ha subestimado el valor de la escucha. O la ha juzgado irrelevante (algunos profesores se quejaban de que la escuela que yo dirigía "escuchaba demasiado" a los alumnos, o a los padres y madres).
Ahora toca aprender el silencio, -el de Thomas Hood, aquel en el que ningún sonido puede ser, el mismo que interpretó Nyman en "El Piano"-. Toca aprender el "no saber" y el respeto al espacio del otro, sea niño, madre o compañero.
Yo aprendí a escuchar de mi padre, quien comprendía la autoridad de los espacios de silencio creados cuando escuchamos con todo el corazón puesto en prestar atención. Mi padre tenía una postura para escuchar, una forma consciente de obligarse a estarse quieto, enfocando su mente, inclinado hacia adelante... (Arthur Ciaramicoli, "El poder de la empatía", pags 95 y 96).
Podemos empezar por ahí.
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