Muchos no piensan.
Celebran Halloween cuando hasta que no tuvieron treinta años no sabían lo que era. Ahora tampoco lo saben, pero se disfrazan ellos, disfrazan a los niños y se van a la calle a pasear y a tirar petardos aterrorizando perros.
Van en procesión al cementerio a poner flores el día de Todos los Santos sin saber qué relación existe entre los Santos de Todos y los muertos de uno.
Ponen tuits sin parar un minuto a valorar si merece la pena poner en evidencia delante del mundo lo poco que han pensado lo que van a escribir.
Alguien que no piensa comete más errores que uno que sí lo hace. Y por eso animo a los maestros a poner en la agenda, con periodicidad semanal, si no mayor, la hora de pensar. Y a utilizarla con provecho, tomando en consideración que pensar es compatible con hacer un sofrito lentamente y con escuchar a Bach.
Y con ambas.
Ya lo creo que hay que pensar y pensar buscando el bien común, para contrarrestar a esos que piensan mucho, pero para arrimar el ascua a su sardina y poner en negro lo que hacen los demás. Diréis que ¡vaya negativaza que me he puesto! Pero es que no puedo con este ambiente social que se respira "del todo vale" y "del fin justifica los medios" y ni siquiera buscando un fin justo. Urge pensar, ya lo creo, mucho y bien.
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