Decía Michael Levine que tener un hijo no lo convierte a uno en padre, de la misma manera que tener un piano no lo convierte en pianista.
Es cierto que meten la pata. Y que gastan demasiada energía en el control. Hablaba el otro día Javier Urra de los padres helicóptero, que se pasan el día sobrevolando por encima de los hijos para mantener el control de la situación. De los padres helicóptero son una variedad los padres-a-pie-de-tobogán, cuando los hijos son pequeños y juegan en los parques infantiles, y los padres anti - trauma que tan bonito dibuja Forges, cuando estos van haciéndose mayores.
Pero no podemos encerrarnos los maestros en añorar no se qué momento de la historia en el que recibíamos consideración, sencillamente porque la mayoría de los que ahora entramos en las clases no lo vivimos.
Y sin embargo, sí he visto a muchos docentes querer ser los reyes y las reinas de ese pequeño mundo imaginario que es el aula.
Necesitamos un baño de realidad, abandonar juicios y prejuicios y ponernos manos a la obra para restaurar puentes que comuniquen orillas demasiado separadas hoy: los padres y madres y nosotros y nosotras. Podríamos empezar por subrayar y ponderar, cuando nos encontremos con los padres en entrevistas, la parte de verdad que tienen los argumentos que esgrimen. Podemos seguir exponiendo el resultado de la entrevistas como fruto de lo que ambos hemos aportado y de aquello a lo que ambos hemos renunciado.
Y podemos terminar contándolo a los demás compañeros. Y creando espacios para hablar con padres y madres, sin más objetivo que crear complicidades, que tanto ayudan después a solucionar problemas.
Te puedes encontrar a lo largo del tiempo de dedicación a la enseñanza, unos pocos padres no colaboradores o destructores de la labor realizada con sus hijos en el aula.
ResponderEliminarLa immensa mayoría se pueden integrar en el grupo de colaboradores, es decir, de los que aportan impresiones importantes y con los que se puede llegar a un acuerdo comprometido.
Y ya está ese pequeño grupo de familias que se pueden colocar en el extremo absoluto de colaboración, sensatez y ternura. Con los que es un gusto colaborar, estoy pensando ahora en 5 familias, de este último año sin ir más lejos, que si tengo que poner una comparación para clasificarlas, sería de esos casos que diagnostica el Dr. House en su serie, no por lo difíciles de tratar, sino por lo difíciles de encontrar.
Claro que 5 de 18 alumnos es un número
importante. He estado de suerte verdaderamente, porque dificilmente olvidaré esos ratos de tutoría, con ellos y con sus hijos. Y no penséis que las situaciones tratadas eran "dulces pastelitos".
Se puede cuando hay calidad, calidez,
buena voluntad y confianza...por ambas partes.