Tenía yo ganas de ver cómo transita por el Constitucional el absurdo recurso de cuatro idiotas del Opus contra la Educación para la Ciudadanía. Y por si aún hubiera alguno que pensara que lo de educar a los hijos es cuestión de uno, y que elijo el Colegio como quien elige un restaurante, ahí está la Abogacía del Estado diciendo cosas la mar de interesantes, como que de la Constitución no resulta que la educación o las virtudes cívicas deban considerarse monopolio de los padres. Bien dicho.
Lo mejor de la entrada de la innovación en la escuela es que los maestros descubrimos que las cosas se pueden hacer mejor, y no igual que siempre. Lo peor, que muchos acabamos pensando que todo lo nuevo es bueno, y que lo anterior es malo. Estábamos perdiendo el equilibrio y tocaba recolocarse. Este ensayo de Alberto Royo ayuda a recuperar el equilibrio. Nos recuerda que la escuela está para enseñar y que a la escuela se va a aprender: " el profesor ha de servir al conocimiento, y ser la vía de transmisión hacia el alumno ". Dos cosas que se nos estaban olvidando, de tanto poner la felicidad en el apartado de los objetivos de la escuela, y de tanto subrayar que al maestro le toca sacar (de no se sabe qué parte de los alumnos lo que estos ya sabían pero no sabían que sabían) y no meter (en ellos, el conocimiento que no tenían). ¿Que cuánto tiene que saber un maestro? Mucho. ¿Que como tiene que transmitirlo? Muy bien. Usando la metodología que mejor se adapta a cada momento.
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