El Correo publica hoy este artículo:
De calidad y horas lectivas
Pedro Mendigutxia
Profesor de Secundaria y Director Pedagógico de Centros Concertados
A nada que uno lleve unos
años de recorrido en el mundo laboral, habrá podido constatar que hay personas
muy vagas. Que las hay, y en una proporción aproximadamente igual, entre los
albañiles, almaceneros, dependientes, camareros, profesores, abogados, médicos,
celadores, lampistas, policías, curas, publicistas y empleadas de hogar. Y si
uno es equilibrado en el juicio y ve la realidad como lo que es, plural y
diversa, se habrá dado cuenta de que dentro de las mismas profesiones hay
también montones de personas trabajadoras y responsables a más no poder.
Luego están las personas de
entendimiento permanentemente nublado, insuficientemente amueblado,
maliciosamente utilizado o deficientemente informado: son las que dicen que
todos los profesores son unos jetas, con las vacaciones que tienen y quejándose
a todas horas. Suelen ser los mismos que dicen que los catalanes se creen
especiales y han inventado un sistema educativo diferente de los demás, y que
aplauden cuando el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya les dice que lo
cambien. Y si los catalanes dicen que no, que no van a incorporar más horas
lectivas en castellano, dejan de comprar cava, y fuet, y que se fastidien los
catalanes.
Este segundo grupo de
personas no entienden las quejas de los profesores cuando la ex Ministra de
Educación, Esperanza Aguirre, dice que 20 horas son, en general, menos de lo
que trabajan el resto de los madrileños. O cuando Ana Botella, la teniente de
alcalde del Ayuntamiento de Madrid (que qué sabrá una teniente de alcalde de
este asunto) dice que los funcionarios municipales trabajan muchísimas mas
horas que los profesores. Si eso es así, si los profesores solo trabajan 18
horas a la semana, todavía faltan unas cuantas para llegar a las muchísimas de
los funcionarios madrileños, o hasta las 35 o las 40 de los que no son
funcionarios madrileños.
Me uno al grupo de
profesores indignados y docentes agraviados para decir una vez más y recordar a
quien lo quiera oir que la jornada semanal de un profesor es de 37 horas y
media. Y que cuantas más horas lectivas tenga, menos prepara cada una de ellas
(y no hay cosa más insoportable, para un alumno, que una clase mal preparada,
ni más humillante, para un profesor, que hacer el ridículo delante de los
alumnos). Y menos corrige los ejercicios de sus alumnos. Y menos estudia
(¿sabíais que los profesores tienen que estudiar, porque solo cuando uno se
enfrenta a las dificultades que encierra un problema puede ir luego
solucionando las dificultades que encierra explicarlo a otros?). Y menos horas
pasa con los adolescentes en el pasillo enderezando lo que está torcido. Y
menos piensa (sí, un profesor, un maestro, es “uno que piensa”, porque el
desempeño docente es uno de esos que combinan haceres con pensares). Y tiene
menos tiempo para atender a los padres. Y trabaja menos en los proyectos del
Colegio (proyectos para introducir una nueva lengua extranjera, para mejorar la
convivencia entre alumnos, para introducir las nuevas tecnologías en el aula).
Todo esto es lo que les pasa
ya, ahora, y sin que el tema de las 20 horas de Madrid, o de Navarra o de
Galicia, haya dejado de ser un globo sonda, a los maestros y profesores que en
otras partes que no son Madrid ni Navarra ni Galicia, y en otras redes que no
son la pública, imparten, no 18, ni 20, sino 21, 22, 23, y hasta 25 horas de
clase semanales. Y muchos de ellos llegan a todo, como pueden, corrigiendo en
casa por las tardes o por las noches, quedándose en el Colegio más allá de su
hora de salida o haciendo encaje de bolillos con los minutos que hay entre
clase y clase.
Resulta especialmente
llamativo que quienes abanderan la causa del aumento de horas lectivas para
poner todos nuestro granito de arena frente a la crisis sean del mismo grupo
político que aprobó una Ley de Educación, la suya, que llamaron “de calidad”.
Esto de las 20 horas lectivas es, a mi juicio, una manera igualmente “muy suya”
de entender la calidad.
Yo les diría que para ganar
en calidad hacen falta leyes que hagan que los profesores buenos, aquellos
maestros que Daniel Pennac (imprescindible su libro Mal de escuela) decía que están “amasados con su materia y con sus
alumnos” se sientan más a gusto en su trabajo. Y que hagan que a los profesores
que no son tan buenos les entren ganas de serlo. Para poner a todo el mundo a
trabajar así no hacen falta medidas políticas que incrementen las horas
lectivas, sino que las disminuyan. Y directores comprometidos, que ilusionen al
Claustro de profesores con el proyecto educativo que tratan de llevar adelante,
respaldados por la Administración educativa y firmes en la convicción de que,
como decía Delors, la educación encierra un tesoro, y a ellos les ha
encomendado la sociedad el privilegio de su custodia.
Pues..., no puedo estar más de acuerdo: se puede escribir con tamaño de fuente mayor, pero no más claro.
ResponderEliminar¿Pero por qué será que se nos valora tan poco y se nos achucha tanto? ¿Y por qué todos los que dicen envidiarnos, no se han dedicado a esto? A ver si va a ser, que todo el mundo no vale para ello.
A mí mañana me esperan 33 -catorce y quinceañeros; chicos y chicas- en el aula. Con toda la efervescencia de su adolescencencia; con sus miedos, con sus sueños, con sus complejos, inseguridades..., esperando que un adulto se ubique a su lado y les acompañe en este ir creciendo y asomándose al mundo de los adultos. Ah! ¿Que algunos no saben que ser maestro es esto? Pues esto es. A lo mejor ahora tenéis más motivos para envidiarnos, los que lo hacéis. Y es que, de verdad, ¡es algo grande!
Claro que sin vocación... ¡muy dificil!