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El aburrimiento

Conocí a una profesora que se ofendía cuando Casilda, que a lo mejor no cumplía con sus ocho horas de sueño reglamentarías, se dormía en su clase. También se dormía en la mía, no penséis. Pero yo nunca me ofendí por ello, ni la despertaba, pobre. Casilda se aburría. Simple y llanamente. Y hacía lo mismo que hacen los animales: cuando se aburren, a dormir. Una postura, a mi juicio, bien respetuosa con el medio ambiente.

La mayor parte de los humanos, no. Si pasan treinta segundos sin un estímulo, se aburren, y buscan otro. Los que hacen eso no duermen en clase, sino que incordian.

Y los profesores más críticos con nosotros mismos, los que no nos ofendemos si se nos duermen los alumnos, ni nos volvemos locos con los que incordian, pasamos mucho tiempo realizando cursos en los que aprendemos las metodologías más innovadoras para mantener la atención de los niños en el aula.

A veces me da por pensar que si cuidáramos más de nosotros mismos, los profesores seríamos personas interesantes, encantadoras, con las que los alumnos quieren estar, y necesitaríamos menos innovación metodológica para tenerlos quietos una hora (menudo objetivo absurdo, por Dios).

Por otro lado, y como el aburrimiento de los adolescentes es uno de los caminos que conducen al consumo de drogas, gastamos tiempo y dinero en generar alternativas de ocio.

A lo mejor si hubiéramos gastado el tiempo y el dinero, antes, en enseñar a los niños a aburrirse, no estarían continuamente buscando estímulos por ahí.

Necesitamos, pues, ideas. Primero, para ser personas interesantes. Y después, para enseñar a aburrirse con deportividad.

Comentarios

  1. Veo, algunas veces en mi clase, alumnos que se aburren y no participan. O que no siguen la clase y por eso se aburren. Ayer sin ir más lejos, una de primera fila se durmió. Claro que la vi, pero tenía a los otros 33 atentos. Sopesé rápidamente que merecía la pena no interrumpir su sueño ni desviar la atención del resto. Pienso Pedro, que es muy difícil resultar siempre atractivo cómo profesor a la clase y a cada integrante, por mucho que te lo propongas e intentes hacerlo atractivo.
    La falta de concentración, disciplina, perseverancia e insistencia que requiere el trabajo en el aula por parte del alumno no siempre puede cubrirse con el atractivo, el gancho y la dinámica que el profesor aporte. Aunque siempre sea mejor un profe variado en técnicas, simpático y atractivo: pedagógicamente hablando, eso sin duda.
    Estoy contigo que un alumno dormido en clase es menos perturbador que uno incordiando, Aunque te duela la autoestima profesional por lograr dejarlo roque con tu práctica de la enseñanza e ese día.
    Pero también hay que sufrir a los que te incordian en clase y no te lo has ganado profesionalmente hablando. Yo he comprobado que muchas veces es porque les exiges un esfuerzo personal que no quieren hacer y que nadie puede hacer por ellos. Y ellos quieren, más tradicionales que nadie, que les expliques y les des todo masticados , desde una clase magistral y pedorra y tú peleas porque no sea así y te encuentras con su falta de colaboración y su incordio. No siempre el profesor es el obsoleto y el alumno abierto a dejarse empapar. Algunas veces la falta de esfuerzo por su parte provoca los desencuentros en la enseñanza.
    Estoy contigo en que mucho está en nuestra mano que somos los profesionales y sí queremos ver cambios tendremos que hacer cosas distintas. Pero a cada uno su responsabilidad. Y no todos los fallos de la enseñanza en la escuela se debe a la práctica docente. Los niños traen sus propios fallos de fábrica, de casa y de la sociedad y aunque podemos hacer mucho en los centros y más sí estamos bien actualizados y comprometidos con nuestro trabajo, que se duerman, desenganchen o incordien en tu clase...........
    no siempre depende de tu práctica docente.

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  2. Lo peor, no es que se duerma el alumno; lo peor es ese día en el que notas, que quien va a dormirse, eres tú. Y..., no creo que esté la solución en las nuevas tecnologías. Lo nuevo, hoy más que nunca, deja de ser nuevo en un plis-plás.
    Yo, alguna de esas veces en las que he notado que Morfeo intentaba hacerme su presa, he dicho:
    -Hoy chicos no es mi día, tendréis que dar la clase por mí.
    Y, no sé muy bien cómo, pero..., Morfeo se va y la clase sale.

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