No hay niños difíciles.
Hay niños a los que se les hace difícil venir a la escuela, atender a nada 50 minutos sin moverse, jugar con otros sin pegar, ir a sus casas por la tarde.
Hay profes a los que se les hace difícil trabajar con estos niños, o con otros.
No les queda otra que aprender a enseñar a esos niños, también. Con más horas lectivas de las que se puede impartir con un mínimo de calidad, sin prestigio social ni más reconocimiento que el de sus amigos... aprender a enseñar
Nadie dijo que fuera fácil. Pero tiene sentido. Y se puede leer en la mirada de aquellos niños.
Hay niños a los que se les hace difícil venir a la escuela, atender a nada 50 minutos sin moverse, jugar con otros sin pegar, ir a sus casas por la tarde.
Hay profes a los que se les hace difícil trabajar con estos niños, o con otros.
No les queda otra que aprender a enseñar a esos niños, también. Con más horas lectivas de las que se puede impartir con un mínimo de calidad, sin prestigio social ni más reconocimiento que el de sus amigos... aprender a enseñar
Nadie dijo que fuera fácil. Pero tiene sentido. Y se puede leer en la mirada de aquellos niños.
Razón tienes!. Pero con la misma comprensión hay que valorar que algunos profesores se le hace difícil venir a la escuela porque la estructura colegial no les valora en su esfuerzo; atender durante 50 minutos a los 28 alumnos que forman la clase, porque son tan diversos que se pide un tratamiento como si cada uno fuese el único que tienes en el aula; compartir en las pocas horas complementarias varias materias con compañeros, como si fuera tan sencillo como intercambiar cromos; y volver cansado a casa por la tarde. No es una labor fácil. Y tiene sentido el cansancio. Que no lleve a tirar la toalla, tampoco. Pero hay que reconocer que el día a día en el aula tiene un mérito mayúsculo. Y sí, no te lo da ni el alumno bueno, ni el mediano,...sino algunas veces....la mirada de aquellos niños.
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