Algunas congregaciones religiosas describen a sus escuelas como un lugar para la felicidad. Apuntan bien. Yo creo que la escuela, todas las escuelas, tendrían que ser un sitio donde los niños lo pasaran bien, aprendiendo. Y las escuelas cristianas, más, porque la religión está para la felicidad de las personas. A lo mejor Dios planeó más cosas, pero la primera seguro que era la felicidad de la gente.
La felicidad tiene que ver con la risa. Y tengo para mí que en la escuela nos reímos poco. Al menos, en las que yo conozco. Un buen indicador para medir la calidad de nuestro proyecto sería ese: lo que nos reímos juntos. En el aula y en la sala de profesores. En las reuniones con padres, en el Consejo Escolar, y en el Equipo Directivo.
Para que un chaval se ría en el aula, la condición es que el profe sea "enrrollao", y de estos no hay muchos, según ellos. Algo de razón tienen. Un profesor me dijo una vez que si quieren pasarlo bien, que vayan al circo. Error. Es el circo el que tiene que venir a la escuela, aportando magia y payasadas a nuestras clases, tan serias que parecen misas (en misa la gente tampoco sonríe más que a la salida).
Todo empieza por no tener problema a la hora de reirse de uno mismo, y de las cosas de uno. Esto lo hacemos poco, cuando es una evidencia que muchas de las cosas que hacemos, o nos pasan, mueven a risa.
- ¿andamendelagabadulatito la puerta, Blanca?, le dijo un alumno a una profesora, con toda la intención de tomarle un poco el pelo.
Y la profesora, que no había entendido un pito, como es lógico, contestó:
- si, ahora la cierro.
(cuando nos lo contó nos doblábamos de la risa).
Y cuando uno se ríe de sí mismo, acaba por reirse, y sin pecar, hasta con las cosas más sagradas. Porque Dios, seguro, tiene sentido del humor. Más que la mayoría de quienes defienden su sagrado nombre.
Porque la sonrisa es esa línea curva que todo lo endereza.
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