La de cosas que he aprendido leyendo a Daniel Innerarity este verano.
El epílogo de "Un mundo de todos y de nadie" habla de nosotros y los otros.
Cuando lo leía pensaba que la pregunta por la identidad, esa que nos hacemos cuando no sabemos ni el por qué ni el para qué de las cosas que nos pasan, no es ¿quién soy yo? (como en el anuncio de ING), sino ¿quienes somos nosotros, los profesores?".
Dice Innerarity que "distinguir entre nosotros y los otros es una cuestión crucial para determinar nuestras responsabilidades, nuestros derechos y nuestros deberes". Esto es, a lo que nos obliga ser profesores y lo que nos es debido.
El "nosotros" es determinante. Y siempre lo tenemos en la boca: "en mi opinión, en cuanto al trato con los padres, el Colegio debería ser más estricto, más taxativo y menos complaciente, sin permitir la posibilidad de crítica y consejos de padres diciendo lo que hemos de hacer. NOSOTROS somos profesionales de la enseñanza, y la institución, los directores y profesorado saben más que sobra su trabajo a realizar", decía una compañera. Aquí tenéis un nosotros totalizado en complacencia excluyente.
En esa idea hay otro error, al menos: no tiene en cuenta que el nosotros es contingente, hoy una cosa y mañana, vete tú a saber: ¿y si no fuéramos exactamente lo que (nos creemos que) somos?.
No reparaba la compañera en que lo propio se constituye en el encuentro continuo con lo extraño. En que la distinción entre nosotros y ellos es una construcción móvil y de márgenes porosos. Dicho de otra manera: porque los padres, y los alumnos, y la sociedad son como son, nosotros los profes somos como somos, y si ellos cambian, cambiamos nosotros, y al revés.
Reconocer esa imperfección que nos constituye es la única manera de impedir que el nosotros se convierta en un tótem, como le pasaba a la profesora del ejemplo.
Somos lo que somos, pero podríamos ser otra cosa mejor.
Y si es así, ¿por qué no intentarlo?
El epílogo de "Un mundo de todos y de nadie" habla de nosotros y los otros.
Cuando lo leía pensaba que la pregunta por la identidad, esa que nos hacemos cuando no sabemos ni el por qué ni el para qué de las cosas que nos pasan, no es ¿quién soy yo? (como en el anuncio de ING), sino ¿quienes somos nosotros, los profesores?".
Dice Innerarity que "distinguir entre nosotros y los otros es una cuestión crucial para determinar nuestras responsabilidades, nuestros derechos y nuestros deberes". Esto es, a lo que nos obliga ser profesores y lo que nos es debido.
El "nosotros" es determinante. Y siempre lo tenemos en la boca: "en mi opinión, en cuanto al trato con los padres, el Colegio debería ser más estricto, más taxativo y menos complaciente, sin permitir la posibilidad de crítica y consejos de padres diciendo lo que hemos de hacer. NOSOTROS somos profesionales de la enseñanza, y la institución, los directores y profesorado saben más que sobra su trabajo a realizar", decía una compañera. Aquí tenéis un nosotros totalizado en complacencia excluyente.
En esa idea hay otro error, al menos: no tiene en cuenta que el nosotros es contingente, hoy una cosa y mañana, vete tú a saber: ¿y si no fuéramos exactamente lo que (nos creemos que) somos?.
No reparaba la compañera en que lo propio se constituye en el encuentro continuo con lo extraño. En que la distinción entre nosotros y ellos es una construcción móvil y de márgenes porosos. Dicho de otra manera: porque los padres, y los alumnos, y la sociedad son como son, nosotros los profes somos como somos, y si ellos cambian, cambiamos nosotros, y al revés.
Reconocer esa imperfección que nos constituye es la única manera de impedir que el nosotros se convierta en un tótem, como le pasaba a la profesora del ejemplo.
Somos lo que somos, pero podríamos ser otra cosa mejor.
Y si es así, ¿por qué no intentarlo?
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