Todos tenemos conciencia. Y en ella, una voz, que nos habla. Es la famosa "voz de la conciencia". La mía se llama Javier. Lleva treinta años dejándose la vida por los refugiados que llegan a mi país. Y cuando en días como hoy me levanto indignado por la indignidad de un ministro del Opus en funciones, me recuerda que hay un motivo mayor para la indignación, y más primero.
Una razón para mirar al sur, cada mañana.
Una razón para mirar al sur, cada mañana.
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