Ir al contenido principal

Amaría el rumor del viento entre las espigas...

Dedico algunas tardes a hacer ejercicios de memoria. He oído que es algo muy provechoso para el cerebro de personas de 56 años.

Solo memorizo cosas bellas, no vaya a ser.

Hoy he elegido "El principito", de Saint - Exupéry. El diálogo del capítulo XXI entre el principito, que busca amigos para jugar, y el zorro, que no puede serlo porque iría contra su propia naturaleza, y que termina revelando al principito que lo esencial es invisible a los ojos.

 

He memorizado este párrafo que habla de la necesidad que tenemos de crear lazos:

Mi vida es monótona. Cazo gallinas, y los hombres me cazan a mi. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen entre sí. Por lo tanto, me aburro bastante. Pero si me domesticaras, mi vida sería radiante. Conocería un ruido de pasos diferente a todos los otros. Los pasos de otros me hacen esconderme bajo tierra. En cambio, tus pasos me harían salir de mi madriguera. Serían como una música. Además, ¿ves esos campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil, los campos de trigo no me dicen nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Y si me domesticaras, los campos de trigo me recordarían tus cabellos de oro, y amaría el rumor del viento entre las espigas...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Contra el pedagogismo

Lo mejor de la entrada de la innovación en la escuela es que los maestros descubrimos que las cosas se pueden hacer mejor, y no igual que siempre. Lo peor, que muchos acabamos pensando que todo lo nuevo es bueno, y que lo anterior es malo. Estábamos perdiendo el equilibrio y tocaba recolocarse. Este ensayo de Alberto Royo ayuda a recuperar el equilibrio.  Nos recuerda que la escuela está para enseñar y que a la escuela se va a aprender: " el profesor ha de servir al conocimiento, y ser la vía de transmisión hacia el alumno ".  Dos cosas que se nos estaban olvidando, de tanto poner la felicidad en el apartado de los objetivos de la escuela, y de tanto subrayar que al maestro le toca sacar (de no se sabe qué parte de los alumnos lo que estos ya sabían pero no sabían que sabían) y no meter (en ellos, el conocimiento que no tenían). ¿Que cuánto tiene que saber un maestro? Mucho. ¿Que como tiene que transmitirlo? Muy bien. Usando la metodología que mejor se adapta a cada momento.

La era que vivimos.

Que el tiempo humano se mide en rachas, y no en años, es una evidencia. Pese a ello, muchas personas -en realidad, casi todas-, celebran el comienzo de año nuevo como si se abriera una etapa nueva en su vida, o en la de los demás. Algunos profesores y algunas profesoras, y también directores y directoras, viven el tiempo como una repetición del ciclo septiembre-junio. Siempre igual, siempre lo mismo. Vete tú a hablarles de previsión, y de planes. Yo quiero ser fiel a la realidad, y mido mi vida en rachas. Pese a ello, en cada Nochevieja tomo las uvas y beso a los míos, porque los quiero, y los veo felices.  La racha en la que estoy empezó con la pandemia, en 2020, y no es la mejor de las que he vivido. En realidad, más que una racha, tengo la sensación de estar viviendo una era. No veo su final. Pero estar, está.

Cabeza y mundo

La cabeza de los seres humanos no siempre está completamente de acuerdo con el mundo en que viven (Saramago, Ensayo sobre la lucidez, página 170). Eso explica que, tres semanas después de la tarde del 20 de agosto, Rubiales no sepa todavía qué hizo tan mal. Eso explica que, pasadas dos semanas de la Asamblea Extraordinaria de la RFEF, Luis de la Fuente siga creyendo que no hay razones para dejar de ser seleccionador. Eso explica que, mes y medio después de las elecciones del 23 de julio, Núñez Feijoo diga que lo democrático es, solo, que se deje gobernar al partido más votado. Solo son tres ejemplos de cómo cabeza de algunos y mundo de todos habitan en lugares distintos. Muchas personas piensan que las cosas son lo que no son (a lo mejor son lo que eran en el momento en el que dejaron de pensar), y eso solo puede provocar dos cosas: a ellas, que vayan por donde no hay salida, o que estén donde no les toca. Y a los demás, algo de vergüenza. Como soy maestro, concluyo que la escuela deb