Soy una persona con suerte. Estos días he conocido a Enrique Sacanell, autor de un libro estupendo titulado "¿Cómo se lo digo? El arte de las conversaciones difíciles". De lo que nos ha contado he aprendido muchas cosas, pero destaco tres.
Me ha hecho ver que los directivos de los colegios no deben dar por supuesto que las personas de los claustros confían en ellos. La confianza hay que trabajársela. Sin ella, todo es difícil. También, mantener una conversación con cualquiera de esas personas.
Me ha hecho caer en la cuenta de que las personas, todas las personas, estamos dotadas de un poderosísimo detector de reproches. Para que el detector se ponga en funcionamiento, no hace falta un reproche directo, o una llamada de atención. Basta una manera de empezar una frase. Y si el interlocutor se siente reprochado, se acabó la conversación.
Y salí del encuentro con la urgencia de hacer una lista de conversaciones pendientes. Y de tenerlas, después. Si no lo hago, las conversaciones pendientes terminarán implosionando dentro de mi.
Y entonces no es que se acabe la conversación, es que se acaba uno.
Gracias, Enrique!!!
Me ha hecho ver que los directivos de los colegios no deben dar por supuesto que las personas de los claustros confían en ellos. La confianza hay que trabajársela. Sin ella, todo es difícil. También, mantener una conversación con cualquiera de esas personas.
Me ha hecho caer en la cuenta de que las personas, todas las personas, estamos dotadas de un poderosísimo detector de reproches. Para que el detector se ponga en funcionamiento, no hace falta un reproche directo, o una llamada de atención. Basta una manera de empezar una frase. Y si el interlocutor se siente reprochado, se acabó la conversación.
Y salí del encuentro con la urgencia de hacer una lista de conversaciones pendientes. Y de tenerlas, después. Si no lo hago, las conversaciones pendientes terminarán implosionando dentro de mi.
Y entonces no es que se acabe la conversación, es que se acaba uno.
Gracias, Enrique!!!
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