Tercer día de aislamiento social, y sigo pensando en los profesores.
Nos las dábamos de expertos en vivir en lo incierto. Veréis. La Ley que
regula lo que hacemos no está clara, porque cambia cada poco tiempo
(¿con dos se repite, o eso era antes?). El programa parece que está
claro, aunque lo que no está claro es si podrás darlo (lo normal es que
no). La lista de alumnos está clara, de Antúnez a Zamorano, del 1 al 25.
Pero lo que no está claro es que estén ahí, en clase, porque
aunque los veamos a todos, pueden que estén en Instagram, o en
cualquier otro mundo paralelo a este. Y el horario está claro (los
colegios son expertos en cuadrar horarios increibles), pero cada hora
encierra una sorpresa, no siempre de las buenas.
Nos las dábamos de expertos, pero la incertidumbre se nos ha aparecido estos días más densa, más poderosa y más viscosa de lo que nunca creímos que fuera, y más gris de lo que nunca imaginamos.
Vivimos estos días, literalmente, como cantaba Raimon, con la cara y el corazón y los ojos al viento.
Y cada mañana es un viento distinto.
Nos las dábamos de expertos, pero la incertidumbre se nos ha aparecido estos días más densa, más poderosa y más viscosa de lo que nunca creímos que fuera, y más gris de lo que nunca imaginamos.
Vivimos estos días, literalmente, como cantaba Raimon, con la cara y el corazón y los ojos al viento.
Y cada mañana es un viento distinto.
Comentarios
Publicar un comentario