Algunas personas dicen que después de la tempestad viene la calma.
Otras, que es al revés, que es la calma la que precede a la tempestad.
Y yo no sé dónde estamos ahora. Si en la calma, que nunca viví en un silencio así. Si en la tempestad, que nunca oí un zumbido igual de idiotas y de rencorosos, sacando la cabeza en las redes y en las teles detrás del virus.
Óscar, mi compañero en el departamento de Sociales, era de los que pensaban que la calma era un mal presagio:
- Qué bonito día hace hoy, le decía yo cuando entraba al despacho a las ocho de la mañana.
- Sí, ya verás qué pronto entra uno por esta puerta y lo jode.
En cualquier caso, esas dos maneras de referirse a las cosas buenas o malas que nos pasan apuntan a la sucesión cronológica, ahora lo bueno, luego lo malo.
Para mí, las cosas nunca han sido así. Y ahora, menos. Mis días se parecen más a la lluvia en días de sol. Lo bueno y lo malo, todo junto. Aplausos e insultos, aplausos y tensión, aplausos y lágrimas, en las calles, en las UCIs, y en los balcones.
Y por ser así, eso que necesitamos para no mojarnos por sorpresa, eso que necesitamos para mojarnos sin resfriarnos, sin perder la capacidad de disfrutar de la belleza incomparable de la luz del sol y el agua viviendo juntas, eso, nos convierte en seres poderosos, que hacen que esto vaya a acabar bien.
Otras, que es al revés, que es la calma la que precede a la tempestad.
Y yo no sé dónde estamos ahora. Si en la calma, que nunca viví en un silencio así. Si en la tempestad, que nunca oí un zumbido igual de idiotas y de rencorosos, sacando la cabeza en las redes y en las teles detrás del virus.
Óscar, mi compañero en el departamento de Sociales, era de los que pensaban que la calma era un mal presagio:
- Qué bonito día hace hoy, le decía yo cuando entraba al despacho a las ocho de la mañana.
- Sí, ya verás qué pronto entra uno por esta puerta y lo jode.
En cualquier caso, esas dos maneras de referirse a las cosas buenas o malas que nos pasan apuntan a la sucesión cronológica, ahora lo bueno, luego lo malo.
Para mí, las cosas nunca han sido así. Y ahora, menos. Mis días se parecen más a la lluvia en días de sol. Lo bueno y lo malo, todo junto. Aplausos e insultos, aplausos y tensión, aplausos y lágrimas, en las calles, en las UCIs, y en los balcones.
Y por ser así, eso que necesitamos para no mojarnos por sorpresa, eso que necesitamos para mojarnos sin resfriarnos, sin perder la capacidad de disfrutar de la belleza incomparable de la luz del sol y el agua viviendo juntas, eso, nos convierte en seres poderosos, que hacen que esto vaya a acabar bien.
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