Cristina Castro firmaba hoy un artículo en El País que empieza así: hablar de educación en España es hablar de fracaso escolar, de abandono y de malos resultados. Se le olvida decir también que es hablar de maestras que se comen a los niños, de bullying, de huelgas de profesores, de instalaciones obsoletas y de una profesión, la vinculada a lo docente, con el mayor porcentaje de bajas por estrés, ansiedad y depresión del mundo.
Cuando uno quiere pintar un cuadro negro, lo único que necesita es elegir, de entre todos los colores de la paleta, el negro.
Entre tanta sombra, adivina la autora un resquicio de luz en el rincon del cuadrilátero que ocupan los padres y madres. Dice que crece su implicación en el fracaso, digo, en la recuperación, del sistema educativo. Y fundamenta su opinión en los datos de un estudio de la Fundación de Cajas de Ahorro según el cual sacan mejores notas los alumnos cuyos padres se interesan por su educación. Como ejemplos de implicación, aporta el que vayan a las reuniones con los maestros en el Colegio, acompañen a los chavales al teatro y cosas así.
Yo no voy a aportar ningún estudio riguroso, sino una frase captada al vuelo en un programa de radio, para abordar el tema de los padres desde otra perspectiva. Así que es posible que mi opinión sea bastante más miserable que la de Cristina.
Decían en la radio esta mañana que nuestro ecosistema se está viendo atacado por especies invasoras, como el mejillón tigre o los plumeros de la pampa. Es verdad. Algunas campas de mi tierra parecen ahora la bandera del Betis. Pues nuestros colegios también se están viendo invadidos por una especie de padres y madres que crecen y se multiplican a medida que socavan los cimientos del entramado educativo. Son los que, si sancionas a su hijo sin excursión por insultar y pegar a sus compañeros cuarenta y seis veces, te llaman para decirte que "de educación sabrás bastante, pero de derecho no tienes ni puta idea, así que mi hijo va a la excusión, por la cuenta que te tiene". Y las que telefonean a las doce para pedir que se les ponga inmediatamente con la profesora de Física "porque la pregunta dos del examen era de un tema que no entraba" (el examen ha sido a las 8:30 y la hija ha llamado a su madre con el móvil que no puede usar para "que haga algo"). Y los que quieren que abras una investigación exhaustiva para ver si su hija de dos años sufre acoso escolar, y te inundan el correo con fotos de las lesiones sufridas el día anterior en un dedo de la mano derecha.
Visto desde este lado, la implicación de los padres lo que hace es acrecentar exponencialmente las posibilidades de sus hijos de convertirse en merluzos integrales. Aunque saquen unas notas estupendas.
Lourdes Bazarra, Olga Casanova y Jerónimo G. Ugarte publicaron el libro que aparece en la imagen, de lectura imprescindible para profesores y para padres y madres que se quieran tomar en serio las cosas. Para padres y madres que no quieran ni inhibirse ni invadir. Para profesores y profesoras que se resistan a asumir el tópico de que los padres están en la trinchera de enfrente. (Profesores, alumnos, familias, 7 pasos para un nuevo modelo de escuela. Narcea, Madrid, 2007)
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