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Sin una buena historia, nada.

No se puede explicar nada, a nadie, nunca, si no es empezando con una buena historia.

Es una de las cosas que he aprendido releyendo El Elemento, de Sir Ken Robinson.

El libro empieza así:

Hace unos años oí una historia maravillosa que me gusta mucho explicar. Una maestra de primaria estaba dando una clase de dibujo a un grupo de niños de seis años de edad. Al fondo del aula se sentaba una niña que no solía prestar demasiada atención; pero en la clase de dibujo sí lo hacia. Durante más de veinte minutos la niña permaneció sentada ante una hoja de papel, completamente absorta en lo que estaba haciendo. A la maestra aquello le pareció fascinante. Al final le preguntó que estaba dibujando. Sin levantar la vista, la niña contestó: "Estoy dibujando a Dios". Sorprendida, la maestra dijo: "Pero nadie sabe qué aspecto tiene Dios".

La niña respondió: "lo sabrán enseguida".

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