No es fácil hoy trabajar en el aula: la presión de los padres, la infravaloración de nuestros esfuerzos, los otros roles que debemos jugar, además del de maestro/a o profesor/a. Y hay que ser competente en la navegación complicada si no queremos naufragar. El naufragio tiene muchos nombres, pero los de estrés, ansiedad o depresión están singularmente vinculados a la profesión docente.
Hay que ser fuertes mentalmente. Y hay que entrenarse para poder hacerlo. Las dificultades, al menos las dificultades que podríamos llamar corrientes, las que cada día nos encontramos en el aula, o en el recibidor de visitas, obligan a corregir el rumbo, a tomar decisiones sobre la marcha (como Gaudí, el de la foto) estimulan la creatividad y activan nuestros recursos. Y no pueden, en ningún caso, obligarnos a desistir. Eso se entrena.
Alvaro Marchesi, en un estudio de la Fundación SM (2008) sobre la situación de los profesores noveles, lo dice así: los profesores han de mantener un difícil equilibrio afectivo y un compromiso ético que les proteja del riesgo de desmoralización.
Mejor que yo lo dice el profesor de la UNED Joan Vaello en un libro recién publicado por la Editorial Graó, cuando subraya que el profesor competente emocionalmente es aquel que supera dificultades saliendo reforzado de ellas (la resiliencia), aquel que controla sus impulsos para evitar efectos perjudiciales para sí mismo y para los demás (el autocontrol), aquel que se sigue queriendo a pesar de sus fallos y errores (la autoestima). Es decir, fortaleza con flexibilidad.
Eso se entrena.
Tienes razón, pero la última frase ya la han utilizado para un anuncio de colchones.
ResponderEliminarY es que en fondo es así, debemos ser ese colchón en el que descanse el alumno agobiado; salga rebotado el que viene a hacer daño y no encuentre ni una pequeña brecha por el que colarse a molestar; reforzado el tímido y relajado el hiperactivo. Con las dos zonas: la cálida para el que necesita unos mimos controlados y la fresca para el que quiere pasarse de listo.
Y todo ello sin hacer mella ni en los muelles ( los nervios del profesor ), ni en la tersura ( el buen ánimo), adaptable a todos los temperamentos, de la mejor calidad y calidez, a la última y además buen comunicador y divertido ¡qué esto último no se lo piden ni a los colchones!
Y es que el profesor, como las colchonetas de la playa, debe tener en casa un inflador, para enchufárselo todas las noches y volver al día siguiente al aula tan pimpante, todos los días como nuevo, dispuesto a lo que le echen y para lo que le necesiten, ¡que esa es su querida profesión!.
Sofía.
Es que, ser maestro o profesor, es una de esa profesiones en las que, lo de la vocación, se nota.
ResponderEliminarHay mucho profesor/a, y algún maestro/a que no la tiene.
Pero eso no basta; hay que tener claro que, los adolescentes son ellos, que eso es lo que toca -pedir al olmo peras, sólo genera decepción.
Y está bien lo del inflador -se llame leer, pasear, achuchar a una mascota cariñosa...-
Por otro lado -será porque no sé hacer otra cosa-pero esta profesión me parece apasionante.
Cuando el adolescente es quien se supone debería ser tu compañero/a y no sabe evitar que por una tontería la sangre llegue al río...Entonces lo llevo fatal.
Y es que para maestro..., no vale cualquiera.
(Me gusta el nuevo formato de blog)